Por Julio Mayo Rodríguez
Historiador y archivero municipal de Los
Palacios y Villafranca (Sevilla)
Articulo publicado en la revista Exvoto Nª 3 de la Pontificia Real e Ilustre Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte. 2014.
EL ROCÍO: REINO DEVOCIONAL DE LOS MONTPENSIER
SS.AA.RR. D. Antonio María de Orleans y Dº María Luisa Fernanda de Borbón, Duques de Montpensier. Representación de La Ilustración Española. |
"LOS REYES" DE ANDALUCÍA A LOS PIES
DE LA VIRGEN DEL ROCÍO
(1ª ETAPA 1851-1867)
No hay más que tirar el sombrero
por lo alto y, a ese mismo tiempo, dar un ¡Viva la Virgen del Rocío! Así se
arreglaban los desencuentros en las romerías de antaño. Qué sabía solución.
Simbólica y sencilla, pero tan espiritual y profunda como invocar con naturalidad
el nombre de la Santísima Virgen para enmendar algún problemilla que se hubiese
suscitado en el Real. Acciones espontáneas rebosantes de fe que atraían
poderosamente la atención de quienes venían a vivir nuestra festividad. Era ya,
a mediados del siglo XIX la que reunía más romeros de toda España y la que
mayores encantos ostentaba(1) . Ingredientes suficientes que sedujeron la
mirada de eruditos románticos, como la del francés Antoine de Latour,
completamente consciente de que la reunión fraterna de tantos pueblos, bajo una
misma Señora, hacía prender la chispa del genio andaluz y de que la Virgen del
Rocío había eclipsado ya a patronas de las ciudades y pueblos colindantes,
incluidas las devociones marianas de Sevilla, como «una rival blanca» que se
imponía en razón de su «atractiva gracia y su benefactora protección»(2). Estos
y otros motivos más, que luego veremos, inclinaron a los señores duques a
vincularse a la devoción rociera, de modo que terminaron regalándonos la
pintoresca estampa romántica de poder ver, en medio de unas ceremonias todavía
barrocas que se celebraban en una ermita rural, a un duque extranjero, de
origen francés, aspirante a poder llegar a ser rey de España, tributando
pleitesía a la Santísima Virgen del Rocío.
1 El Católico,
sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364.
2 LATOUR,
Antoine de: «Nuestra Señora del Rocío», en La bahía de Cádiz (capítulo VII).
Traducción y notas de Lola Bermúdez e Inmaculada Díaz Narbona. Diputación
provincial de Cádiz, 1986, p. 168.
Presencia de los
duques en la función de Pentecostés y procesión de la Virgen. Protocolo de
visita
Antonio María de Orleans, duque de Montpensier (1824–1895)(3)
acudió por vez primera a la función de Pentecostés el lunes, 9 de junio del año
1851, tal como lo había anunciado a toda Europa el rotativo madrileño de
distribución internacional (Francia e Inglaterra) El Católico: «los serenísimos
señores duques de Montpensier han determinado concurrir este año a la función
de Ntra. Sra. del Rocío». Si en aquel tiempo se registraba una gran afluencia,
la ilustre visita «aumentará este año indudablemente la solemnidad y
concurrencia con motivo de presenciarla las augustas personas»(4) . En aquella
ocasión inaugural, no vino acompañado de su esposa debido al avanzado estado de
gestación de su segunda hija, y siguió la misa desde un trono elevado sobre una
tribuna, decorada con un dosel de gusto aristocrático, ubicada muy cerca del
presbiterio junto al paso de la Virgen. Expresó el párroco de Almonte por
escrito que, con su presencia, había quedado «la Iglesia honrada y
engrandecida»(5) . Posteriores años sí vino junto a la infanta María Luisa
Fernanda, una mujer eminentemente piadosa que mostró siempre bastante inquietud
por ayudar a los humildes y que se sentía especialmente confortada participando
en actos de culto. Hasta el obligado destierro de 1868, a causa de «La
Gloriosa» sublevación revolucionaria de Topete, transcurrieron unos diecisiete
años (esta primera etapa que estudiamos), en los que los señores duques faltaron
muy pocos al Rocío(6).
3 Hijo menor
del rey francés Luis Felipe de Orléans y la española María Amalia de Borbón,
casado con la infanta María Luisa Fernanda, hija de Fernando VII. Era hermana
única de la reina Isabel II. Este matrimonio, con derecho a sucesión
monárquica, se había establecido en Sevilla (1848), donde reconvirtieron el
palacio de San Telmo en una gigantesca mansión como sede de una estructura
palaciega y cortesana que llegó incluso a rivalizar, en esplendor, con la
madrileña. Mientras residieron en la capital hispalense apoyaron a numerosos
colectivos y favorecieron el desarrollo de actividades de índole religioso,
cultural, social y económico tanto de la propia ciudad, como de otros lugares
de la geografía andaluza y española; vid. FERNÁNDEZ ALBÉNDIZ, M.ª del Carmen.
La corte sevillana de los Montpensier. Biblioteca de Temas Sevillanos, n.º 56.
Ayuntamiento de Sevilla, 1997, p. 137.
4 La España,
7 de junio de 1851, p. 2.
5 Fundación
«Duques de Montpensier». Archivo Borbón-Orléans de Sanlúcar de Barrameda
(ABOS). Leg. 419. Pieza
4. Relaciones
con entidades religiosas. Hermandad del Rocío (1851-1896). Of cio remitido por
el párroco de Almonte, don Fernando Martínez Conde, al señor secretario del
infante duque de Montpensier. Almonte, 12 de junio de 1851.
6 Tuvo que
luchar el duque contra su origen francés. La opinión pública consideraba a los
compatriotas de Napoleón herederos de un ideal revolucionario (como
librepensadores y no creyentes). Por ello se aplicó siempre en mostrar un gran
afecto hacia la creencia católica, el tradicionalismo y las costumbres patrias.
Inicialmente acostumbraron a venir los duques el mismo lunes
de Pentecostés. Por la mañana salían a recibirlos numerosas personas montadas a
caballo que se adelantaban a una gran distancia del Real, con el alcalde de
Almonte a la cabeza. Al aproximarse los duques, que venían escoltados por una
caballería lucida y el grupo de servicio, la multitud los aclamaba y vitoreaba.
Los caballistas que habían ido al encuentro se unían al séquito regio y el
cortejo se adentraba en el Real. Incesante repiqueteo de campanas y algunos que
otros cohetes, hemos de imaginar. Hubo otros años posteriores en los que los
duques vinieron desde el día antes de la función (domingo de Pentecostés)(7) .
Habitualmente se postraban en primer lugar ante el altar de Nuestra Señora del
Rocío y luego se dirigían hacia las paradas de algunas hermandades para
agradecer el recibimiento que todos les hacían con sus insignias y estandartes(8)
. Sin embargo, visitaron el hato de alguna filial en otras ocasiones, nada más
llegar a las inmediaciones, como en 1853 que estuvieron en el de Umbrete para,
tras un breve descanso, proseguir hacia el santuario y asistir a la solemne
función(9) . Propiciaron estas visitas ilustres la regulación de la
distribución espacial de las filiales en el Real (anecdóticamente, Umbrete
incumplió el pacto en 1853 al situarse delante de Coria, impidiendo que los
duques pudiesen ser llevados por el alcalde almonteño, Vicente Cepeda, a la recién
constituida coriana)(10).
No olvidemos que las filiales en la víspera «iban
formalizando la entrada por orden de antigüedad, precedidos de dulzainas y
atambores, pasando por frente de la puerta principal de la ermita, y llevando
cada uno su pendón, al que siguen el hermano mayor y demás hermanos y hermanas
sobre los vistosos carros o enjaezadas caballerías en que habían hecho su
viage»(11). Una vez posicionadas, los peregrinantes celebraban esta f esta de
encuentro entre pueblos con muchísima alegría. Una crónica describía que
«preparadas las guitarras de la reunión, sin olvidar el tamboril y la gaita que
acompañan siempre a cada hermandad, formasen distintos ranchos, haciendo
círculos con las carretas de cada pueblo, después de haber dado cada cofradía la
vuelta al Real». Para surtir a los muchos viandantes que acudían «se ven
esparcidos por doquier cafés, platerías, tiendas de comida, confiterías y otras
muchas de diferentes géneros y efectos. Inmediatas a la ermita se divisaban ya
algunas chozas, propiedad de los más
Ntra. Sra. del Rocío en el siglo XIX |
7 LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 170.
8 PINEDA
NOVO, Daniel. Coria y el Rocío. Noticias históricas. Coria del Río, 1979, p.
41.
9 El Porvenir, sábado 21 de mayo de 1853, p.
2.
10 Véase nota 6.
11 Pascual: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus
posesiones de ultramar. Madrid,
1847, T. II, voz Almonte, p. 172.
ricos vecinos de los pueblos colindantes»(12). El domingo de
Pentecostés se lidiaba por la tarde un toro, que llevaba la filial de Triana,
en medio de un coso formado con los carros y carretas de las demás
congregaciones rocieras. Después, el vacuno era sacrificado y su carne era vendida
a un módico precio, a beneficio de la filial(13). Ya el lunes de Pentecostés
era costumbre que, apenas clarease el día, se repartiesen por todas las
reuniones «copas de licor y trozos de masa frita», como añeja práctica de la fiesta(14).
Cada una de las congregaciones dedicaba en el santuario a la Madre una misa
cantada, a la que acudían los romeros con gran fervor y recogimiento. «Desde el
amanecer, cada hermandad oye devotamente la misa. La de Almonte es la última y
la más solemne; se dice a las once»(15). En aquellos años intermedios del siglo
XIX, la imagen poseía vestidos que se cubrían ya con ricas alhajas y preciosos
adornos, su ermita aparecía alumbrada con muy buen gusto y por sus paredes se
veían «innumerables reliquias de oro, plata y cera, ofrenda grata por los
milagros que a su protección deben»(16). La ceremonia religiosa, compuesta
litúrgicamente por una misa cantada y sermón, solía presidirla los duques desde
un «tablado con dosel», que mandaba construir el propio ayuntamiento, encargado
también de adecentar la iglesia y sus instalaciones aledañas(17). Es muy
sintomático que nunca vinieran a oficiarla el arzobispo o el deán de la
catedral de Sevilla. Ese protagonismo parece ser que permaneció reservado al
clero local y comarcano.
Después de la función
salía con gran lucimiento la procesión recorriendo el perímetro que ocupaban
las filiales. En el transcurso de la estación, don Antonio de Orleáns y doña
María Luisa Fernanda portaban las varas de hermanos mayores de la de Almonte,
un cargo honorario al que accedieron desde el primer año. En el cortejo, «las
hermandades ocupan sus puestos con su estandarte a la cabeza. La más reciente
abre el cortejo; la más antigua lo cierra y se coloca delante de la Virgen»(18).
Los devotos de cada filial aguardaban junto a sus carretas y los jinetes sobre
sus caballos. Cuando
12 El
Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364.
13 El
Porvenir, 2 de junio de 1858, p. 2. Este artículo ha sido publicado también por
MARTÍN PR DAS, Antonio y CARR SCO GÓMEZ, Inmaculada: «El Rocío en el tiempo.
Una visión de la Romería del Rocío en la prensa del siglo XIX», en Revista
Siete Años, n.º 1 (Almonte, septiembre de 1998), pp. 33 y 34.
14 El
Católico, ibidem.
15 LATOUR,
Antoine de: Op. cit., p. 171 y 172. 16 El Católico, ibidem.
17 Archivo
Municipal de Almonte (AMA) Sección: Intervención. Serie: Presupuestos
municipales. Legajos 1.086 (1840–1851) y 1.087 (1852-1857). 18 LATOUR, Antoine
de: Op. cit., p. 171 y 172.
se acercaba la Virgen lanzaban «repetidos gritos de
entusiasmo y vivas a la Virgen del Rocío, hasta entrar el paso en la ermita»(19).
Almonte hermoseó el cortejo procesional algún año con «unas cuarenta señoritas
elegantemente ataviadas y además todas ellas con mantillas blancas»(20).
Suponemos que la procesión no habría de prolongarse mucho tiempo. Especifica
Antoine de Latour que la imagen tardaba «más de dos horas en recorrer la
inmensa pradera [.../...], llevada sobre robustos hombres», y se recogía sobre
las tres de la tarde(21).
Luego, el ayuntamiento agasajaba a los duques con un
«refresco», en la hospedería colindante a la ermita. Se conservan facturas muy
detalladas como la emitida por el maestro confitero de La Palma, Pedro Rasgado,
quien de su establecimiento dispensaba «dulces de varias clases para el
refresco»(22). Tras el ágape, los señores duques acostumbraban a retirarse, no
sin dejar antes un gran donativo para el sustento del culto de la ermita,
personal eclesiástico celebrante, sirvientes, cocineros y pobres «pordioseros»(23).
Recibo de los pasteles, 1851. Archivo Municipal de Almonte
|
19 El
Católico, ibidem.
20 El
Porvenir, sábado 21 de mayo de 1853, p. 2.
21 Aunque este libro vio la luz por primera
vez en 1858, resulta evidente que tuvo que terminarlo antes de 1856, año en el
que se introdujo la novedad de que la procesión de la Virgen del Rocío saliese
a partir de las seis de la tarde; LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 171 y 172.
22 AMA.
Sección: Intervención. Serie: Presupuestos municipales. Leg.: 1.086
(1840–1851). Asientos del año 1851. Recibo sobre las cuentas de preparar la
habitación donde se quedó el duque de Montpensier en la función del Rocío
celebrada en el santuario del 19 de junio de 1851 y Recibo del pastelero Pedro
Rasgado de La Palma por 27 libras de dulces de varias clases, fechado el 11 de
junio de 1851.
23 ABOS
Ibidem. Of cio remitido por el párroco de Almonte, don Fernando Martínez Conde,
al señor secretario del infante duque de Montpensier. Almonte, 12 de junio de
1851.
Arraigo de los
Montpensier con el Rocío
Comenzó don Antonio de Orleans a desarrollar actividades
cinegéticas por Doñana, en 1849, coincidiendo con unos días de descanso en el
mes de septiembre que pasaba en Sanlúcar de Barrameda(24). Pese a estar en
suelo de Almonte, el alcalde José Triana García no lo acompañó en el palacio de
las Marismillas por desconocer que «los Príncipes estuvieran en el coto»(25).
Tan impactado hubo de quedarse con el bucólico entorno natural, que después de
intentar hacerse con el coto de Doñana sin éxito(26), no poder acceder a la
propiedad del histórico palacio del Lomo del Grullo, pese a las grandes
extensiones del coto que adquirieron esparcidas entre los términos municipales
de Hinojos y Almonte, se determinaron a comprarle al conde de Altamira, sólo un
año después, la dehesa de Gatos y el caserón de Villamanrique(27). Este fue el
enclave más cercano en el que los duques lograron posicionarse para llegar a
las monterías del coto real y santuario marismeño, precisamente ubicado en la
limitación del Lomo del Grullo con Doñana. Las primeras veces que concurrieron
al Rocío se hospedaron en el palacete que se construyeron en Villamanrique,
desde donde cruzaban el real coto y paraban a darles descanso a las bestias en
los establos de la casa de los guardas, llamada Cabeza Rasa(28). Otros años,
hemos documentado que Montpensier dispuso alojarse los días del Rocío en el
palacio del Lomo del Grullo (fue el caso de 1862, año en el que pernoctó dos
noches y solicitó la renovación del mobiliario por encontrarse en mal estado)(29).
24 RODRÍGUEZ
DOBLAS, M.ª Dolores y RUIZ CARMONA, Manuel: «Crónica de los primeros viajes de
los Duques de Montpensier a Sanlúcar de Barrameda», en Revista Gárgoris, n.º 1
(junio de 2012). Asoc. Amigos Luis de Eguílaz de Amigos del libro y las
bibliotecas, p. 15.
25 ABOS
carpeta 9. Of cio y exposición del Ayuntamiento de Almonte ofreciendo sus
respetos y homenajes a SAR y manifestando las causas que han impedido su
presentación.
26 Archivo
General de la Fundación «Casa Medina Sidonia» (AGFCMS). Leg.: 5.490. Esta
noticia también la recoge MORENÉS Y MARIÁTEGUI, Carlos: Historia del Coto de
Doñana (1865-1985). Fundación Patrimonio Natural, Madrid, 2005, p. 28.
27 El 6 y 7
de febrero de 1850 estuvo don Antonio de Orleans en Villamanrique recorriendo
la dehesa e inspeccionando su caserío; ABOS Mayordomía Mayor de SAR la
serenísima Infanta de España doña María Luisa Fernanda de Borbón. Copiador
General de todo lo correspondiente a la época del Excmo. Señor Duque de
Zaragoza. Anotaciones del 6 y 7 de febrero de 1850.
28 Archivo
general del Palacio Real. Patrimonio Nacional. Sección Administraciones
patrimoniales. Fondo Alcázares de Sevilla–Lomo del Grullo. Caja. 4209/16. El
Teniente Alcaide del Alcázar de Sevilla que SS.AA. asistían a la romería del
Rocío y con este motivo se origina gastos. Sevilla, 9 mayo de 1853.
29 Ibidem.
Caja. 4214/13. Sevilla. Compra de muebles para el Palacio del Coto con motivo
de la ida del duque de Montpensier a la romería del Rocío. Madrid. 10 de junio
de 1862.
Hubo años en los que sus altezas visitaron la ermita del
Rocío en fechas distintas a Pentecostés. Precisamente en marzo de 1853 se supo
que iban a desplazarse a Villamanrique y que tenían «pensado alguna vez el
visitar el Santuario de Ntra. Sra.», recibiendo el ofrecimiento de poder usar
la casa de hermandad de Triana, recién construida entonces, cuyas llaves
estaban en poder «del guarda del coto don Francisco Ruiz»(30). La hermandad de
Almonte acordó igualmente, aunque ya algo más cercana la fecha del Rocío –a finales
de abril–, ofrecerle «a su alteza real la ermita con todas sus dependencias
para que usen de ellas como tuviese por conveniente»(31).
Visitas de los duques
al pueblo de Almonte
Guiados por el
propósito de conocer en toda su esencia las singularidades de la devoción,
quisieron ser testigos presenciales del inusitado fervor con el que se vivían
las venidas extraordinarias de la imagen a la villa de Almonte, colmado de un
programa de rituales mucho más extenso que el de la festividad principal(32).
Tuvo la oportunidad de experimentar el señor duque el éxito milagroso de la
patrona en el año 1852. La Virgen había sido traída en rogativas al pueblo el
14 de diciembre de 1851 con la fe de que remediase una sequía prolongada que
estaba perjudicando seriamente los intereses agrícolas y ganaderos. La función
en acción de gracias no se ofició hasta el 8 de febrero de 1852(33). Hemos
podido desvelar la asistencia del duque por una comunicación, fechada el 8 de
marzo, suscrita por miembros de la municipalidad, clero local y cofrades
rocieros, en la que se alude a que el francés se comportó: «lleno de ejemplar
veneración y respeto»(34). Estuvieron en el pueblo otras dos veces en 1854. El
11 de marzo emprendieron desde Sevilla un viaje de peregrinación hacia el
convento de la Rábida, cerca de Moguer, en compañía de la reina doña María
Amelia de
30 ABOS Leg.
419. Pieza 4. Relaciones con entidades religiosas. Hermandad del Rocío
(1851-1896). Comunicación del Teniente de Hermano Mayor del Rocío de Triana,
don Pedro Ruiz Cortegana, ofreciendo a los duques las llaves de su casa de
hermandad. Triana, extramuros de Sevilla, 29 de marzo de 1853.
31 ABOS
Ibidem. Copia certif cada del acta de la hermandad del Rocío de Almonte con
acuerdo de of ecer el uso de las dependencias de la ermita a los duques.
Almonte 28 de abril de 1853.
32 MAYO
RODRÍGUEZ, Julio: «Rocío del cielo, siempre en camino. Sumario de venidas y
llevadas durante la Edad Moderna (I). Siglos xvi y xvii», en Exvoto, n.º 1 (año
II). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, 2012, p. 83.
33 AMA
Sección I (Gobierno). Serie: Actas capitulares. Leg.: 16. Sesión celebrada el
19 de enero de 1852; Citado por FLORES CALA, Julio: Historia y Documentos de
los Traslados de la Virgen del Rocío a la villa de Almonte (1607-2005).
Cuadernos de Almonte (extraordinario). Ayuntamiento de Almonte, 2005, pp. 57 y
58.
34 ABOS Ibidem. Comunicación remitida a los
duques de Montpensier por el ayuntamiento, clero local y cofrades de la
Hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de 1852.
Borbón-Dos Sicilias, madre de Montpensier. La peripecia tuvo
una parada especial en Almonte, donde visitaron el Ayuntamiento la infanta doña
María Luisa Fernanda, don Antonio y su madre, cuando se dirigían al lugar desde
donde partió Colón rumbo América(35). En Palos, ante el estado deplorable de
conservación del convento, se comprometieron a costear su restauración(36). Un
mes más tarde, en abril, comenzaron las obras de adaptación a hospital de
incurables con la supervisión personal y continua de don Antonio. La frecuencia
con la que asistió a Palos hizo que el duque volviese a Almonte, otras veces
más, en 1854(37). Procesión vespertina de la Virgen durante tres años
(1856-1858) Entre 1856 y 1858, la procesión pasó a celebrarse el lunes a partir
de las seis de la tarde, «comprometiéndose todas las hermandades de Almonte,
Villamanrique, Pilas, La Palma, Moguer, Sanlúcar de Barrameda, Triana y Coria a
permanecer en el Real todo el día del lunes de Pentecostés»38. La iniciativa
partió del representante trianero, Pedro Ruiz Cortegana. Este rociero de
Sevilla promovió una reunión en el santuario entre miembros de las demás filiales
y se pusieron de acuerdo todas ellas en que la procesión de la Virgen se
retrasase a un horario de tarde. No sabemos hasta qué punto inf uyó que el
duque de Montpensier tuviese anunciado aquel año de 1856 que acudiría
acompañado al Rocío de su majestad Fernando II, el rey de Portugal (hermano de
Montpensier), pese a haber acordado meses antes el ayuntamiento la suspensión
de la romería por las grandes adversidades padecidas(39). Además, desconocemos si
finalmente estas personalidades se quedaron a la procesión, pues al parecer
tenían previsto ir después de la función a una gran cacería, organizada en el
«Coto de los Infantes», que costearía la propia reina de España, junto a una
comida ciertamente regia en el
35 AMA Leg.:
1.087. Presupuestos municipales (1852-1857). 12 de marzo de 1854. Por el ref
esco dado en el ayuntamiento a los duques de Montpensier.
36 El
escritor francés Rosselly persuadió a Montpensier para que costeara la
impresión del primer tomo de su trabajo sobre Colón en 1858, impreso en Cádiz;
vid. VARELA, Consuelo: «Colón en la Francia decimonónica», en Comunicación,
historia y sociedad: homenaje a Alfonso Braojos. Universidad de Sevilla, 2001,
p. 211; y ROSELLY DE LORGUES. Historia de Colón y de sus viajes. Cádiz, tomo I
(1858), p. 161.
37 AMA Leg.:
16. Libro capitular (1846-1855). Año 1854. Fol. 39 vto. Sesión del 27 de agosto
de 1854.
38 Archivo de
la Hermandad Matriz del Rocío de Almonte (AHMR ). Fondo documental de Juan
INFANTE GALÁN (FJIG) Caja 74, carpeta 483. Documento 28. Acuerdo de las
hermandades para cambiar la procesión de la Virgen a la tarde del lunes de
Pentecostés. Año 1856.
39 AMA Leg.:
17. Libro capitular (1856-1870). Año 1856. Fol. 7. Sesión de 31 de marzo de
1856. Suspensión de la función del Rocío.
mismo coto(40). Esta visita de campanillas levantó una
enorme expectación y puso en alerta a las autoridades gubernamentales de la
provincia de Huelva, que quedaron más que avisadas de la magnitud del
acontecimiento(41). «En la tarde de ese día –se refiere esta narración de El
Porvenir de 1858 al lunes de Pentecostés– es cuando cada hermandad se esfuerza
en lucir las mejores cosas que durante el año ha podido introducir o costear.
La procesión concluye a las oraciones»(42). Tras la adopción de esta medida que
desplazaba la procesión a otra franja horaria, la Virgen se recogía
prácticamente al anochecer del lunes. El último año que la Virgen salió por la
tarde (1858), no pudieron estar en el Rocío los Montpensier, razón por la que
la hermandad de Almonte les hizo llegar «dos estampas y dos medidas de la
mencionada Virgen, tocadas en su divina imagen»(43).
Auge social y
crecimiento devocional
El paso de los
Montpensier por el Rocío modificó ostensiblemente la historia de esta devoción
mariana del sur del país. No redescubrieron ni tuvieron que restablecer el
fenómeno rociero, como se ha expresado en algún que otro artículo, que le confiere
a don Antonio de Orleans la dicha de haber recuperado esta romería(44). Ni
mucho menos. En 1850, con anterioridad a la irrupción de los duques, el Rocío
era ya una palpable realidad devocional, instaurada entre las más
multitudinarias de España, que anualmente recibía entre 10 000 y 20 000
peregrinos(45). Las aportaciones de los príncipes al Rocío fueron otras que
trataremos de desgranar seguidamente. Entre las principales consecuciones
atribuidas a los Montpensier hemos de situar el aumento de la cobertura
mediática, durante los años que mantuvieron su asistencia(46). Esta
circunstancia posibilitó que creciese el interés en puntos comarcales,
regionales e incluso de otros lugares del país.
40 La Época,
12 de mayo de 1856, p. 3.
41 PADILLA
DÍAZ DE LA SERNA, Santiago: Rocío, sal y sol de Andalucía. La difusión nacional
de El Rocío desde el siglo xix hasta 1961. Hergué Editorial, Huelva, 2010, p.
91.
42 El
Porvenir, 2 de junio de 1858, p. 2.
43 ABOS
Ibidem. Comunicación del Teniente de Hermano mayor de Almonte, Luciano García,
al mayordomo de los Duques de Montpensier remitiendo una estampa de la Virgen y
medida de la imagen. Almonte, 7 de junio de 1858.
44 BLANCO,
Laura: «El francés que redescubrió la Sevilla antigua», en El Correo de
Andalucía, 19 de marzo de 2014.
45 El
Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364; vid. También
LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 171.
46 Gracias a
la información contable del Ayuntamiento de Almonte hemos podido probar la
regularidad que los señores duques mantuvieron; vid. AMA Sección: Intervención.
Serie: Presupuestos municipales. Legajos 1.086 (1840–1851), 1.087 (1852-1857) y
1.088 (1858-1866).
El alto nivel aristocrático de los duques sirvió de efecto
llamada y despertó la inquietud de familias de cierto postín, vinculadas a una
próspera burguesía agroganadera, tanto de Sevilla como de otros puntos de
Andalucía, que antes no se habían acercado nunca al ámbito rociero. Por otro
lado, el pueblo humilde también sintió grandes deseos de poder ver de cerca a
los míticos personajes que tanto respaldo popular cosechaban. Creció mucho el
Rocío en esplendor devocional e institucional. Todo esto explica que, a la
vuelta de ocho años, el índice de participación se hubiese duplicado,
cifrándose en 1858 el concurso de romeros en unos 40 000. La escalada iba
consumándose a pasos agigantados. Lo detalla muy bien el fragmento de esta
reseña que se publicó en un periódico del momento: «Había ante la ermita un
pozo de agua potable del que la piadosa tradición refería que, a pesar de beber
de él tres días consecutivos tantas personas allí reunidas y tantas
caballerías, jamás se habían agotado sus aguas. Sin embargo, fue tal la af
uencia de romeros [en 1858] que el pozo se ha visto agotado. El ayuntamiento de
Almonte comunicó a las hermandades que [para 1859] construiría otro pozo y un
pilón nuevo para las bestias»(47). En efecto, en las anotaciones económicas del
municipio consta el libramiento de las cantidades necesarias con las que se
liquidaron las construcciones del pozo y la pila para el abasto del agua(48). La
mayoría de las hermandades filiales, en estos años de mediados de siglo,
montaban tiendas de lienzos para albergar sus insignias porque carecían de
terrenos en propiedad para poder obrar una choza de material. No cabe duda de
que la presencia ducal impuso que, algunas como Triana y Coria del Río, se
involucrasen en construir sus casas con el claro fin de acoger en una sede
digna la visita de sus altezas reales. Fue incrementándose, así, el caserío de
la aldea. Aún sin ser el Rocío una devoción de cuna de los duques, es muy
revelador que esta popular expresión de fe terminase adueñándose de sus
corazones. Los vínculos con la ciudad de Sevilla les acercaron a numerosas
hermandades penitenciales y de gloria y los involucraron en apoyar cultos a
imágenes emblemáticas, como San Fernando o la Virgen de los Reyes, y en
promocionar tradiciones del pueblo sevillano, como la Semana Santa, los toros y
la Feria de Abril(49). Brindaron apoyos a otras romerías, como la
47 El
Porvenir, 2 de junio de 1858, p. 2.
48 AMA
Sección: Intervención. Serie: Presupuestos municipales. Leg.: 1.088
(1858-1866). Asientos del año 1859. Obras del pozo y pila realizadas en la
aldea del Rocío para el abasto de agua.
49 FERNÁNDEZ
ALBÉNDIZ, M.ª del Carmen. La corte sevillana de los Montpensier. Biblioteca de
Temas Sevillanos, n.º 56. Ayuntamiento de Sevilla, 1997, p. 137.
de Torrijos, y muy especialmente esta del Rocío, ayudando a
popularizar esta práctica devota y festiva, de índole rural, entre la sociedad
sevillana, andaluza y española. Tan presente tenían a diario a la Virgen
marismeña que en la escalera principal del palacio de San Telmo colgaron un
óvalo con su efigie, realizada por el pintor Antonio Cabral Bejarano(50). Tal
vez pueda entenderse así que sus altezas viniesen a presidir la función y
procesión de la Virgen durante tantísimos años. Pero al margen del apego
devocional y la simpatía afectiva, los duques debieron encontrar aquí también
un espacio de sumo interés para sus aspiraciones políticas y sucesorias. Por
ello volvieron en tantas ocasiones. El Rocío trascendió, así, sus fronteras
naturales y alcanzó un relieve enormemente superior al que mantuvo hasta
aquellos momentos.
CLERO, AYUNTAMIENTO Y HERMANDAD: EL SINGULAR TRIUNVIRATO
ORGANIZATIVO DEL ROCÍO
Históricamente, la devoción rociera se fue revelando como
una manifestación poco permeable a las exigencias de los dueños absolutos de la
villa (duques de Medina Sidonia). Acabó constituyéndose la imagen como la
principal seña de identidad y el mayor símbolo de Almonte. Muy pocos pueblos
españoles tenían el precedente de haber alcanzado tal grado de cohesión en
torno a una advocación alumbrada desde las mismas entrañas del pueblo, cuyo
hermosísimo título no hizo falta buscarlo en ningún devocionario litúrgico.
Idearon el título sus propios hijos. El pueblo era dueño absoluto y sobre Ella
no mandaba nadie(51). Este es el retrato irrepetible de una realidad
estrechamente enraizada con lo local a mediados del siglo XIX, después de que
la Iglesia hubiera ido perdiendo fuelle ante las políticas liberales, o mejor
explicado por el alcalde de tendencia moderada-conservadora Vicente de Cepeda,
debido al «desconcierto que en las cosas de la Iglesia han ocasionado las
revoluciones»(52).
50 FALCÓN
MÁRQUEZ, Teodoro: «El legado Montpensier al Ayuntamiento de Sevilla», en
Laboratorio de Arte, n.º 3 (1990), pp. 209-220; vid. También RODRÍGUEZ REBOLLO,
ÁNGEL. Las colecciones de pinturas de los Duques de Montpensier en Sevilla
(1866- 1892). Fundación Universitaria Española, 2005.
51 ROSENTHAL,
Ana: «Una Virgen andaluza y sus elegidos: La Virgen del Rocío y Almonte.
Proceso histórico y su razón de ser», en Actas del VIII Congreso sobre el
Andalucismo histórico. Córdoba, 1997, p. 682.
52 Archivo
diocesano del Obispado de Huelva (ADH). Sección: Secretaría. Serie: Asuntos
despachados. Carpetilla azul que contiene documentación referente al Rocío.
Comunicación del alcalde Vicente de Cepeda, dirigido al secretario de cámara
del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 20 de octubre de 1852; Recogido también
por FLORES CALA, Julio y MUÑOZ BORT, Domingo: Hermanos mayores de Almonte.
Colección «Cuadernos de Almonte», n.º 57. Ayuntamiento de Almonte, 2001, pp.
175-77
No fue así en el Antiguo Régimen, periodo histórico en el
que la hermandad estuvo acaparada por el cuerpo eclesiástico (durante las
primeras décadas del siglo XVIII, prácticamente todos sus hermanos mayores
fueron sacerdotes)(53). En la segunda mitad de aquel siglo, tras la aprobación
de las reglas de 1758, fueron desempeñando estos cargos personas ajenas a la
curia. Con el advenimiento de las nuevas corrientes liberales irá adquiriendo
mayor protagonismo el propio pueblo en su vida corporativa. El año 1842, el
Gobierno español editó medidas correctoras sobre las cofradías y la del Rocío
quedó desarticulada. Una vez desaparecida, «el pueblo entero de Almonte» pidió
al arzobispado de Sevilla, en 1843, que se pudiese celebrar la f esta y función
de Pentecostés. El interlocutor almonteño don Antonio Martín Villa, expresó
literalmente en su petición que así se lo había hecho llegar «la devoción de mi
pueblo por medio de su ayuntamiento y clero»(54). Mientras permaneció
suprimida, en la década que comprende entre los años 1842 y 1852, el binomio
conformado por clero y ayuntamiento reanudaron su hegemonía e influencia sobre
los asuntos de la Virgen(55). Son estos dos poderes los que gobiernan la ermita
y usos de la imagen en el momento en que aterrizan los Montpensier en el Rocío.
Lo ilustra perfectamente el hecho de que, en el transcurso de la procesión de
1851, sin contar con nadie, «los señores cura párroco y alcalde [.../..]
pusieron en manos de su alteza real la vara e insignia de hermano mayor»,
aunque oficialmente estuviese suspensa su cofradía por el Estado(56).
El Ayuntamiento como
patrono nato
Por disposición de Baltasar Tercero, el ayuntamiento de
Almonte tutelaba la ermita de Nuestra Señora, tras haberlo nombrado copatrono,
junto al clero, cuando fundó su capellanía de misas en 1587. Fue una maniobra
diseñada contra el apoderamiento que el VII duque de Medina Sidonia venía
ejerciendo sobre las Rocinas, en la segunda mitad del siglo XVI.
53 MAYO
RODRÍGUEZ, Julio. «El vicario don Pedro Ponce y Cabrera (1695-1767)», en
Exvoto, n.º 0 (año I). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte,
p. 259.
54 ADH.
Asuntos despachados. Solicitud librada por don Antonio Martín Villa, en el
nombre del pueblo de Almonte, al gobernador eclesiástico para que autorizara la
celebración de la f esta y función de Ntra. Sra. del Rocío, 13 de mayo de 1843;
Citado por FLORES CALA, J. y MUÑOZ BORT, D. Op. cit., pp. 54-55 y 164.
55 Así lo
expresaba el alcalde de Almonte don Vicente de Cepeda; vid. nota 52.
56 ABOS
Ibidem. Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el ayuntamiento,
clero local y cofrades de la hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de
1852.
La designación del Ayuntamiento como patrono facilitó a
Almonte manejar el control del culto en la ermita y su imagen titular.
Concentrar la administración de la fundación en manos de la corporación local
fue uno de los principales recursos para hacer posible la independencia de la
advocación, con respecto a la casa ducal que era propietaria del pueblo y todo
el extenso término de Almonte. Precisamente, en este dominio ejercido por el
gobierno municipal radica una de las peculiaridades del culto rociero, que
adquirió su máximo auge al suscitarse los conflictos entre Almonte y la
administración ducal. Representan estos enfrentamientos el fondo del valor
antiautoritario de la Virgen del Rocío y son la base de su significación como
símbolo del pueblo, frente al poder máximo del momento(57).
Con el tiempo, los distintos ayuntamientos que administraron
la obra pía se acostumbraron a actuar, por tradición, como cabeza y moderador
de todos los actos de la hermandad. Así de contundente lo manifestaba el
párroco Martínez Conde, en marzo de 1852, haciéndole ver a la autoridad
eclesiástica que las corporaciones municipales habían procedido siempre por
encima de la congregación rociera(58). El Ayuntamiento, paradójicamente, se
había tomado las atribuciones de nombrar al capellán de la ermita, cuyo
nombramiento conformaba luego el cura más antiguo de la parroquial(59). Esta
injerencia civil en un asunto de competencia eclesiástica fue tolerada muchas
veces por el arzobispado a fin de evitar polémicas(60).
Iglesia y Ayuntamiento vivieron numerosos desencuentros
motivados por el intento de mostrar, unos y otros, su supremacía. Estaba la
hermandad del Rocío suspensa cuando la Virgen visitó el pueblo en 1852, con
motivo de un traslado extraordinario, y un concejal le ordenó por escrito al
cura, don Fernando Martínez, que se había «determinado que la efigie de Nuestra
Señora permanecería tantos días más en el convento
57 ROSENTHAL,
Ana: Una Virgen andaluza y sus elegidos: La Virgen del Rocío y Almonte. Proceso
histórico y su razón de ser», en Actas del VIII Congreso sobre el Andalucismo
histórico. Córdoba, 1997, p. 680.
58 ADH
Asuntos despachados. Of cio suscrito por el párroco don Fernando Martínez
Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24 de marzo
de 1852; citado por FLORES CALA, J. y MUÑOZ BORT, D. Op. cit., pp. 171-175.
59 AHMR en
FJIG Caja.: 74, carpeta 483. Of cio dirigido por el párroco don Fernando
Martínez Conde al arzobispado de Sevilla. Almonte, el 10 de junio de 1863.
60 AHMR en
FJIG Caja 72, carpeta 481. Exp. 7, ramo 8. Auto y diligencia de visita a la
ermita de Ntra. Sra. del Rocío. Nombramiento de ermitaño. Of cio dirigido por
el señor prior de ermitas al corregidor de Almonte con respecto al derecho de
nombrar ermitaño que le corresponde al prior de ermitas, 3 de agosto de 1805; Citado
por MAYO RODRÍGUEZ, Julio: «El Rocío en la Guerra de la Independencia», en
Exvoto, n.º 0 (año I). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte,
2012, p. 89.
[de las monjas dominicas]»(61). Sintiéndose portavoz del
vecindario, el Ayuntamiento, como representante de la colectividad vecinal,
luchó por mantener el control del principal símbolo de identidad. Otras muchas
veces, el ejercicio de esa autoridad llegó a sobrepasar el estricto ámbito de
lo civil. La inclinación por decidir sobre tales cuestiones encuentra un botón
de muestra en la lucha que todavía mantenía, en 1863, como «patrono nato» de la
ermita, muchos años después de que las capellanías ya se hubiesen extinguido y
el santuario no tuviese capellán, ni estuviera permanentemente abierto al culto(62).
Un Rocío posible. Reorganización y nuevas Reglas
Quedaron definitivamente disueltos los señoríos hacia 1835,
traduciéndose en el caso de Almonte estas medidas en la retirada del control
que el estado ducal de Medina Sidonia había ejercido sobre la corporación
municipal, mediante sus corregidores (rango superior los alcaldes). A partir de
entonces, el Ayuntamiento pasa a convertirse en un poder supremo de la
población, mientras el clero local continuó manteniendo sus prerrogativas. La
peculiaridad del valor antiautoritario que poseía la Virgen del Rocío hace ver
a los Montpensier que lo idóneo es depositar toda la jerarquía de la Virgen en
el pueblo de Almonte. Poner la imagen en manos de una hermandad, en la que se
sintiese representada toda la sociedad civil, llegó profundamente al corazón
del conjunto de la vecindad. Este pueblo, que mantenía tan presente los daños
derivados de la Guerra de la Independencia y que celebraba, con el Rocío Chico,
el triunfo de la fe sobre la opresión francesa, desterró así las primeras
habladurías contra la presencia del duque francés Montpensier.
A los ojos del duque, esta del Rocío hubo de ser una
advocación muy atractiva para su ideario, no sólo por los valores de
libertarios que reunía, sino por el enorme peso de la tradición que poseía. En
más de una ocasión, sus altezas reales tuvieron que oír contar la mítica
leyenda de aparición de la imagen, encontrada por uno de sus vecinos(63). El
asesor del duque, e hispanista francés estudioso de las costumbres de
Andalucía, Antoine de Latour, había difundido ya en aquellos años el origen
almonteño de su descubridor(64).
Antonie
Latour junto a su Alteza Real la Serenísima Señora Infanta Doñana María de las Mercedes de Orleans y Borbón |
61 ADH
Asuntos despachados. Of cio suscrito por el párroco don Fernando Martínez
Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24 de marzo
de 1852.
62 AHMR en
FJIG Caja.: 74, carpeta 473, exp. 32. Reclamación por parte del clero local al
ayuntamiento de los estipendios de misas rezadas depositadas en la ermita de
Ntra. Sra. del Rocío. Almonte, 1863.
63 MAYO RODRÍGUEZ, J.: «Fue... natural de
Almonte», en ABC de Sevilla, sábado 7 de junio de 2014, p. 36.
64 AHMR en
FJIG Caja 66, carpeta 427, exp. 3. LATOUR, Antoine: «Notre Dame du Rocio», en
La Baie de Cadix. Nouvelles études sur l’Espagne. Paris, 1858, pp. 239-258.
Es en este contexto, en el que se produce la reorganización
de la hermandad. Algunos contraluces a la iniciativa vinieron proyectados desde
el propio párroco, quien en la fórmula de la aprobación real de las reglas veía
oculto «que la hermandad quede emancipada de los clérigos y todo se haga en el
Ayuntamiento»(65). En el fondo, subyacía un temor por perder influencia sobre
la Virgen ante la novedad de que un miembro de la realeza ocupase el cargo de
hermano mayor. Y este, era un temor fundado, porque suponía la presencia, más
que honorífica, efectiva, del que podía llegar a ser rey de España. Por el
contrario, los devotos de la imagen encontraron en esta solución una liberación
del control de la Iglesia y un medio de otorgarle a la hermandad un prestigio y
protección implacables.
La historia de la reorganización y aprobación de las reglas
se remonta al conflicto originado a causa de los donativos entregados por
Montpensier el primer año que vino (1851), a repartir entre Iglesia local,
Ayuntamiento y devotos de la desarticulada hermandad. El hermano mayor de aquel
año, que había anticipado los gastos de la romería, requirió la cuantía y los
cabildos (eclesiástico y secular) se negaron a dársela, argumentando tener que
cubrir otros gastos en el santuario. La Iglesia local y el Ayuntamiento
pretendieron proclamar hermano mayor a los duques, pero como la hermandad se
hallaba disuelta y sin reglas, el párroco y el alcalde pretendieron elaborarlas(66),
oponiéndose a ello el pueblo. El 7 de marzo de 1852 se produjo ya una reunión
tripartita (clero, Ayuntamiento y miembros de la hermandad), en la que se
acordó solicitar al arzobispado modificar las reglas y adaptarlas a las
circunstancias del momento(67). Sólo una semana más tarde, el día 13 de marzo,
el cardenal arzobispo de Sevilla, don Judas José Romo, concedió autorización
para que se pudiese reorganizar siguiendo las pautas definidas en unas reglas
modificadas por los propios devotos(68). La autoridad eclesiástica supeditó su
aprobación a que la presidencia recayese sobre la f gura del párroco, quien no
se mostró muy conforme. Malinterpretó el papel otorgado a la figura del hermano
mayor, confundiéndolo con la de presidente. Pensó
65 No era del
gusto eclesial que la jurisdicción civil tuviese poderes sobre este tipo de
asociaciones de f eles; ADH. Of cio suscrito por el párroco don Fernando
Martínez Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24
de marzo de 1852.
66 AMA
Sección I (Gobierno). Serie: Actas capitulares. Leg.: 19. Sesión plenaria
celebrada el 22 de junio de 1851; Citada por FLORES CALA, Julio y MUÑOZ BORT,
Domingo: Hermanos mayores de Almonte. Colección «Cuadernos de Almonte», n.º 57.
Ayuntamiento de Almonte, 2001, p. 58.
67 ADH
Asuntos despachados. Comunicación del alcalde Vicente de Cepeda, dirigido al
secretario de cámara del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 20 de octubre de
1852.
68 AHMR en FJIG Caja 74, carpeta 483,
expediente 25. Rehabilitación y modificación de las Reglas. Año 1852.
Resolución adoptada en Sevilla, el 13 de marzo de 1852 y Autorización
eclesiástica extendida por el señor Cardenal Arzobispo de Sevilla para la reorganización
de la Hermandad del Rocío bajo las Reglas y Ordenanzas adjuntas, 13 de marzo de
1852.
el párroco tendría que asumir las funciones de hermano mayor
y adelantar el dinero de la romería. Las sugerencias del párroco no hubieron de
encontrar demasiada resonancia en el arzobispado. Desde Sevilla trasladaron el
decreto de aprobación, suscrito por el señor cardenal con fecha de 17 de abril
de aquel 1852(69).
La singularidad orgánica que caracteriza el gobierno de la
actual hermandad Matriz, en cuyo seno se distinguen las figuras de presidente
del anual hermano mayor, encargado de organizar la romería, se remonta a
aquellos años intermedios del siglo XIX, en los que se condicionó la aprobación
de sus estatutos a la creación de tutela presidencial(70). Un documento impreso
oficial de la hermandad almonteña, fechado en 1905, enuncia estar la entidad
bajo la protección «del venerable clero parroquial e ilustre corporación
municipal de esta villa»(71), deduciéndose que la representación institucional
conferida por el señor arzobispo al párroco, terminó integrando al
ayuntamiento, de modo que la entidad pasó a quedar encabezada por los
presidentes natos, cura párroco y alcalde, como herencia de la fórmula
administrativa copatronal que regentó la capellanía de Baltasar Tercero(72)
SECUENCIA DE LA APROBACIÓN DE LA HERMANDAD Y SUS NUEVAS REGLAS
Tras la romería Ayuntamiento y clero quieren nombrar a los duques
hermanos mayores y elaborar unas Reglas
|
Diciembre-marzo Traslado de la Virgen en Almonte, con asistencia
de Montpensier
|
Febrero-marzo
El pueblo clama la
reorganización de la hermandad y que sea esta la que elabore las Reglas
|
7 de marzo Ayuntamiento, clero y hermandad ofrecen nombrar a los
duques hermanos mayores
|
13 de marzo
La Iglesia autoriza que la hermandad redacte
las Reglas y se reorganice bajo una presidencia nata
|
24 de marzo
El párroco sugiere
varias enmiendas de los artículos y propone que se suprima el cargo de
hermano mayor
|
17 de abril La iglesia aprueba la reorganización de la hermandad
y sus Reglas
|
1
8 5 1 – Sin hermandad
|
1
8 5 2 Intermediación de los duques de Montpensier para darle poder a la
hermandad
|
69 AHMR en FJIG Caja 74, carpeta 483, expediente 25. Autorización eclesiástica extendida por el señor Cardenal Arzobispo de Sevilla para la reorganización de la Hermandad del Rocío bajo las Reglas y Ordenanzas adjuntas, 13 de marzo de 1852.
70 AHMR en FJIG Caja 74, carpeta 483, expediente 25. Autorización eclesiástica extendida por el señor Cardenal Arzobispo de Sevilla para la reorganización de la Hermandad del Rocío bajo las Reglas y Ordenanzas adjuntas, 13 de marzo de 1852.
71 PADILLA DÍAZ DE LA SERNA, Santiago: «Hermanos y hermanas de la Hermandad Matriz de Almonte», en Exvoto, n.º 0 (año I), Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío, Almonte, 2011, p. 215. 72 Idem. Muñoz y Pabón, ilustre cantor de la Blanca Paloma. Biografía del insigne sacerdote, literato, capillita y rociero. Hergué Editorial, Huelva, 2011.
72 Idem. Muñoz y Pabón, ilustre cantor de la Blanca Paloma. Biografía del insigne sacerdote, literato,
capillita y rociero. Hergué Editorial, Huelva, 2011.
Primitiva hermandad
del Rocío de Almonte
La reforma del
reglamento abre una etapa en la que variará la configuración del organigrama
institucional de gobierno. Radicó la novedad en instaurar como cabeza visible a
un hermano mayor, cuyo cargo recayó, en este caso, en las personas de los duques
de Montpensier. Este reconocimiento honorífico delegaba sus funciones en un
ayudante, o teniente de hermano mayor, que sería elegido anualmente de entre
los devotos, para encargarse nominalmente de desempeñar las tareas ejecutivas.
Igualmente, habían quedado relegados a otras menciones honoríficas, como
patronos natos, la Iglesia local y el Ayuntamiento, desposeídos ahora de las
facultades que le habían competido en el pasado. Gracias a este cambio de
estructura organizativa, la primitiva hermandad del Rocío de Almonte se va a
convertir, no sólo en una entidad religiosa, sino en un colectivo que terminará
representando al conjunto de la población. Entre las primeras consecuencias de
la reforma, debe contemplarse el aumento de participación vecinal en el seno de
la hermandad con la incorporación de nuevos hermanos.
Por el contrario, en las décadas iniciales del siglo XIX
solamente la integraban hombres, sin que haya constancia de que figurase, oficialmente
inscrita, ninguna mujer. Se había perdido la costumbre de pagar las cuotas y
contaba con un número muy reducido de cofrades. El alcalde Cepeda se queja, en
1852, al arzobispado hispalense, de que muchos de los devotos que reivindicaban
un mayor protagonismo en los asuntos de la Virgen no habían querido ingresar
como cofrades(73). Muy probablemente, ese rechazo estuviese provocado por la
imposibilidad de acción que tenían los devotos de a pie en el funcionamiento
general de la hermandad, dirigida entonces de forma hermética por los
principales poderes civiles y religiosos de la localidad. Supone un importante
beneficio participativo y de diversificación social la presencia de los duques
de Montpensier, porque la hermandad crecerá y terminará erigiéndose en la
máxima representación popular de la villa de Almonte, ante los ojos de los miles
de romeros que acudían a la fiesta. El año 1852, después de haber regresado la
Virgen del Rocío al santuario, con motivo de un traslado extraordinario, tiene
lugar la concesión al pueblo del gobierno de la imagen de una forma oficial,
canalizado a través de su hermandad. Buena parte de la dimensión alcanzada por
la devoción rociera se debe al proceso de institucionalización desempeñado la
hermandad. En
73 ADH.
Serie: Asuntos despachados. Of cio suscrito por el párroco don Fernando
Martínez Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24
de marzo de 1852 y Comunicación del alcalde Vicente de Cepeda, dirigido al
secretario de cámara del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 20 de octubre de
1852.
su día, el investigador eclesiástico Álvarez Gastón situaba
la iniciativa a principios del siglo XX, que es cuando entendía que la hermandad
había adquirido la suficiente plenitud(74). Hoy estamos en condiciones de afirmar
documentalmente que esa razón de ser había sido posible medio siglo antes
(desde 1852), a partir del nuevo marco reglamentario que propiciaron los duques
de Montpensier.
Cuerpo social de hermanos
José Antonio Bravo
|
Este médico, que había sido alcalde del pueblo, fue hermano mayor en
la década de 1840. Años más tarde también volvió a serlo (década de 1860).
|
Luciano García
|
Fue teniente de hermano mayor en 1858 y alcalde segundo del
Ayuntamiento en 1843.
|
José Triana
|
Poseyó solar en la aldea del Rocío situado entre las hermandades de
Sanlúcar e Hinojos (junio de 1844). Sus ascendientes habían sido guardas
mayores del coto y fervientes devotos de la Virgen del Rocío.
|
José Triana y García
|
Hijo de José Triana, fue alcalde de Almonte y secretario activo en la
hermandad en 1853.
|
Don Miguel Barrera
|
Era secretario en 1863. Cuñado del alcalde Calero, está vinculado a
los Barreras que fueron gestores de Doñana, tras ser incautada por el estado
en el siglo XIX.
|
Francisco Lagares
|
Hijo del que fuera notario de la villa Juan José Lagares. Era uno de
los mayores contribuyentes de la villa y mantuvo importantes vínculos con los
duques de Montpensier.
|
Juan Bautista Taillefert y Larroca
|
En 1853 ya poseía choza en el Rocío. Alcalde de Almonte unos meses de
1854. Fue hermano mayor en 1864. Era hermano de la filial trianera. Estuvo
casado con Juana María Estévez y Morales.
|
Antonio Periañes
|
Mayordomo en 1863
|
Juan José Periañes
|
Hermano de Antonio. Desempeñó muchos años el cargo de consiliario.
|
José González
|
Ocupó el cargo de consiliario.
|
Antonio de Mecoleta
|
Capellán del santuario en 1857. Fue nombrado teniente de hermano
mayor en 1870.
|
74 ÁLVAREZ
GASTÓN, Rosendo: Las raíces del Rocío. La devoción de un pueblo. Huelva, 1981,
p. 128.
PROTECTORES DE LA
DEVOCIÓN ROCIERO
Quienes habían concebido las nuevas bases de la hermandad,
romería, festividad y procesión, terminarán siendo aclamados hermanos mayores
nominales, pero también presenciales de la Virgen del Rocío, porque se
preocuparon de venir todos los años a presidir los eventos de Pentecostés. Sin
ser oficial, ya encarnó don Antonio de Orleans la representación, como hermano
mayor, en el año 1851. Nada más salir la comitiva a la puerta de la ermita,
brilló «en manos de vuestra alteza real, en el devoto y solemne acto de la
procesión de esta prodigiosa Señora, la vara e insignia de hermano mayor, en
prueba de su amor a la augusta Madre de Dios»(75). Días más tarde, una carta firmada
en el palacio de San Telmo de Sevilla, con fecha de 15 de junio de aquel 1851,
comunicaba la aceptación de la propuesta realizada por el Ayuntamiento y el
clero local, presumiblemente en el transcurso de la misma procesión. A la corte
sevillana llegaron unas reglas rocieras y tras el examen de los articulados por
parte del gabinete administrativo de los duques, se condicionó la aceptación
del cargo honorífico a que «se nombrase un teniente de hermano mayor para el
régimen de la misma», por no poder «desempeñar personalmente cuantas
obligaciones corresponden al hermano mayor»(76). Varias hermandades de Sevilla,
y alguna que otra ciudad andaluza, habían solicitado ya este desempeño honorífico
a los Montpensier. Lo extraño de este caso que nos ocupa es que la petición
almonteña procediese de su Ayuntamiento y clero local.
Grabado de la ermita del Rocío en el siglo XIX. Colección de la familia Cepeda |
Después de haber asistido Montpensier al traslado
extraordinario de la Virgen a Almonte (1852), se termina de consumar el protocolo
de nombramiento honorífico con la participación tripartita de ayuntamiento,
clero parroquial y cofrades que pretendían reimpulsar su hermandad. En marzo de
1852 acuerdan los tres entes volver a suplicar formalmente a sus altezas la
aceptación(77). No volvemos a tener noticias de la conformidad definitiva hasta
el 6 de junio de 1853, aunque extraoficialmente era sabido que terminarían
aceptándolo(78). Quizá un intervalo de tiempo excesivo, en el que la casa ducal
no quiso pronunciarse hasta que la hermandad no contó con la aprobación de las
reglas modificadas(79).
75 ABOS
Ibidem. Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el ayuntamiento,
clero local y cofrades de la Hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de
1852.
76 Ibidem. Of
cio remitido por la administración de los duques de Montpensier al Mayordomo de
la Hermandad del Rocío. Sevilla, 15 de junio de 1851.
77 Ibidem.
Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el Ayuntamiento, clero
local y cofrades de la Hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de 1852.
78 Así se
deduce de una comunicación remitida desde Almonte a los duques ofreciéndoles el
uso de la ermita del Rocío; vid. ABOS Ibidem Copia certif cada del Acta de la
hermandad del Rocío de Almonte con acuerdo de of ecer el uso de las
dependencias de la ermita a los duques. Almonte, 28 de abril de 1853.
79 ABOS Ibid.
Copia certif cada del acta de la Hdad. del Rocío de Almonte relativa a la
aceptación cargo honorario por los duques de Montpensier. Almonte, 6 de junio
de 1853
¿Qué papel de
protección política cumplieron los Montpensier en el Rocío?
Todas estas acciones
también estaban diseñadas con la idea de reafirmar la institución monárquica en
España, como el sistema de gobierno más idóneo para favorecer la preservación
de las tradiciones y la religiosidad popular, ante la enorme inestabilidad
política del momento (el proyecto de los Montpensier se traducía en la creación
de una monarquía, nueva y renovada, distinta a la que permitió al liberalismo
sacar adelante leyes anticlericales, como las expropiaciones desamortizadoras).
Aunque, claro está, marcando unas líneas de actuaciones bien distintas a las
que se veía obligada a consentir la reina desde Madrid. Por ello, no dudaron en
ningunear la legalidad vigente. Corrigieron muchos aspectos de esa política
habitual desdiciendo y desobedeciendo a la mismísima Isabel II, bajo cuyo
reinado se había promovido la prohibición de las hermandades. Los señores
duques de Montpensier desacatan –en toda regla– los procedimientos habituales
prescritos para la aprobación real de los estatutos de dichas corporaciones
religiosas, de modo que, saltándose cualquier trámite burocrático de la corte
real, ofrecieron sobre la marcha soluciones legales a estas corporaciones
piadosas para que pudiesen funcionar. Montpensier, aglutinador de tradición y
vanguardia(80), no se conformó con ser un mero embajador de la casa real en el
sur de España, sino más bien lo que persiguieron fue casi reemplazarla(81).
Quedaba tan lejos la corte de Madrid que, a los ojos de la gente de aquí, los
duques de Montpensier eran los verdaderos reyes(82).
.
80 LLEO
CAÑAL, Vicente: «Montpensier y su proyecto político. La búsqueda de una
síntesis entre tradición y progreso», en La Sevilla de los Montpensier.
Fundación Focus, Sevilla, 1997, p. 36-83.
81 La grave
enfermedad que padecía Isabel II hizo pensar que, ante una muerte prematura de
la reina, la descendencia pudiese recaer en su hermana Luisa Fernanda. De este
modo, Montpensier podría llegar a ser rey consorte. Y al f n, esta fue la mayor
ambición de don Antonio. Y su perdición. Porque por ella luchó y conspiró
durante muchos años; vid. CALVO POYATO, José: «El Duque de Montpensier, el gran
conspirador», en La Aventura de la Historia, n.º 6 (1999).
82
Estos epítetos reflejaban un auténtico hecho personal, político y social; vid.
GONZÁLEZ BARBERÁN, Vicente: «Los Montpensier
de Sevilla», en La Sevilla de los Montpensier. Segunda Corte de España.
Fundación Focus, Sevilla, 1997, p. 233.
Protección
institucional sobre hermandades filiales
TRIANA. Entre las filiales, la primera que extendió su
petición parece ser que fue la de Triana, establecida en la propia capital
hispalense, muy cerca del palacio de San Telmo, al otro lado del río. Aunque
ignoramos el momento exacto en el que los duques aceptaron ser nombrados como
hermanos mayores, a fecha de 29 de marzo de 1853 ya ostentaban el cargo(83). En
el archivo de la filial trianera hemos documentado la cantidad entregada al
servicio de carruaje que llevó hasta San Telmo a los miembros de la comisión
(38 reales), dentro del ejercicio de 1853 (entiéndase con la visita que el
proceso estaba en tramitación, y, que, por tanto, aún no se habría consumado)(84).
Varios años antes, en 1850, se había hecho hermano de aquella filial Juan
Bautista Taillefert y Larroca, un francés que terminó asentándose en Almonte
donde llegó a ser alcalde del pueblo y hermano de su primitiva hermandad del
Rocío(85). Sintomáticamente, entabló diversas operaciones mercantiles, en la
localidad onubense, con el duque de Montpensier y Ángel Díaz de la Serna y
Terán(86). Su familia, de ascendencia francesa, mantuvo miembros en la propia
calle Castilla del barrio de Triana, donde don Antonio Taillefert era inquilino
de la posada de «El Zapatillo»(87). El primer año en el que los duques acudieron
a presidir la salida de la filial trianera fue el de 1854(88). Al siguiente de
1855 aportaron una limosna estimable para el simpecado nuevo que se estrenó.
Justo un año antes del destierro portugués al que se vieron abocados los
duques, antes de la irrupción de la revolución de 1868, proporcionaron un
donativo de 1000 reales para el nuevo paso-carreta, que estrenó el año 1867(89).
83 ABOS
Ibidem. Comunicación del Teniente de Hermano Mayor del Rocío de Triana, don
Pedro Ruiz Cortegana, of eciéndoles a los duques de Montpensier las llaves de
su casa de hermandad. Triana, extramuros de Sevilla, 29 de marzo de 1853.
84 Archivo histórico de la Hermandad del Rocío
de Triana (AHRT) Caja 75, libro 25 (1813- 1904). Libro de quentas de la nueva
hermandad de Nra. Sra del Rocío en el barrio de Triana siendo Hermano mayor Dn
Francisco Anton.º Hermandez. Año 1813.
85 AHRT Caja
11, libro 20. Libro de la Hermandad nuebo de Hermanos de Nuestra Señora del
Rosio en el barrio de Triana siendo Hermano Mayor don Francisco Hernandez. Fol.
276. Don Juan Bautista Tallafé vecino de Almonte se recibió por hermano el día
19 de mayo de 1850 en los campos y choza de Ntra. Sra. prestando el juramento
que previenen sus reglas.
86 LÓPEZ ROBLEDO, Manuel Jesús: «El Rocío y
los vinos del Condado», en Exvoto, n.º 0 (año I). Hermandad Matriz de Nuestra
Señora del Rocío de Almonte, 2012, pp. 33–66.
87 Archivo
histórico municipal de Sevilla. Sección: Estadística. Padrón de la 2ª
demarcación de Sra. Santa Anta de Triana. Año 1821 (rollo 1.466).
88 ABOS
Ibidem. Comunicación librada por el Teniente de Hermano Mayor de Triana, Manuel
Cabrera Rodríguez, fechado en Sevilla a 30 de mayo de 1854.
89 Véase nota
n.º 79.
CORIA DEL RÍO. Esta plaza situada a la orilla del
Guadalquivir, por donde tantas veces hubieron de transitar los duques en el vapor
hacia Sanlúcar de Barrameda, instó la súplica del nombramiento el 29 de abril
de 1853, «en obsequio de la reina de los Ángeles, María Santísima»(90), después
de haberlo acordado en el cabildo celebrado en Coria, sólo dos días antes(91).
Se había fundado la filial de Coria en 1849 con el apadrinamiento la Primitiva
hermandad del Rocío de Almonte(92). El seis de mayo de 1853, notificó a los
duques que el día doce realizaría su comitiva romera la salida hacia Almonte a
las dos de la tarde(93).
OTRAS FILIALES. Es muy probable que la filial de
Villamanrique propusiese el nombramiento a sus altezas, cuya formulación
documental no hemos podido hallar aún en los fondos de los propios duques que hemos
consultado. Los medios oficiales de esta hermandad acreditan que los duques
fueron también sus hermanos mayores honorarios.
BENEFACTORES DE LA
VIRGEN DEL ROCÍO
Alcanza paradójicamente Nuestra Señora del Rocío su máximo
esplendor joyístico en unos momentos de la segunda mitad del siglo XIX, en los
que la ermita sufre una gran precariedad que se concreta en las muchas horas
que pasa cerrada al culto, ante la falta de sacerdote que se encargue de
atenderla(94). El ajuar litúrgico del templo se había quedado insuficiente.
Aquella situación tan contradictoria explica cómo el triunfo de la religiosidad
popular no está asociado al culto reglado de la liturgia. Conocedores los
señores duques de esta situación, pondrán en marcha un amplio programa de
donaciones económicas destinadas a la ermita. Las cuantías que depositaban
todos los años los Montpensier, en las bandejas situadas a la entrada, como era
tradición recaudar en el Rocío los estipendios votivos, se distribuían para
abonar los gastos de distintos conceptos (ministros sagrados, utensilios litúrgicos,
equipo de servicio para el refresco y limosnas a pobres)(95).
90 Ibidem.
Comunicación remitida por el presbítero José Jiménez Balderas, de Coria del
Río, fechada en Sevilla a 29 de abril de 1853.
91 PINEDA
NOVO, Daniel: Coria y el Rocío..., p. 34.
92 Carta a la
Primitiva Hermandad del Rocío de Almonte fechada en Coria del Río el 23 de
abril de 1849; vid. SUÁREZ ÁLVAREZ, José: Coria, entre el fervor y la fe. Coria
del Río, 2014, p. 36.
93 ABOS
Ibidem. Comunicación librada por el presbítero José Jiménez Balderas. Coria del
Río, 6 de mayo de 1853.
94 Hubo
capellán que atendía la ermita hasta f nales de 1858, a partir de ahí no se
encontraba ningún otro que quisiese desplazarse a ella, no porque hubiese pocos
encargos de misas, sino por la incomodidad del tránsito para llegar; vid. ADH
Serie: Asuntos despachados. Of cio remitido por los curas ecónomos (Lorenzo
Serrano y Garay y Antonio Bernal y Vázquez) de la villa de Almonte, 7 de
noviembre de 1865.
95 ABOS Of
cio remitido por el párroco de Almonte don Fernando Martínez...12 de junio de
1851 y Anotaciones del mayordomo de los duques sobre las limosnas que la casa
da en el Rocío. Sin fecha concreta (hacia 1853 ó 1854).
Criterios de
distribución de limosnas impuestos por la hermandad
En este tipo de donaciones subyace el empeño de satisfacer
las nuevas exigencias derivadas del aumento del boato de las celebraciones, y
por otra parte, de mantener viva la conciencia de quienes son los verdaderos
artífices del otro Rocío posible, ahora gerenciado, gracias a las nuevas
reglas, por la de Almonte. Lo explica muy ilustrativamente el hecho de que, en
1851(96), el importe global de la donación efectuada por sus altezas los duques
lo recaudó el clero, mientras que la de los años posteriores fueron a parar a manos
del secretario y consiliario de la hermandad. Generó enfrentamientos este
asunto de las limosnas porque la Iglesia trataba de conservar la forma de
gestión preexistente a las disposiciones de las reglas(97). Aunque el texto
completo de las reglas reformadas no se conoce hasta el momento, ha llegado a
nosotros parcialmente el enunciado del artículo 5.º, que es del siguiente
tenor: «Los f eles dan sus ofrendas para su inversión en primer lugar en culto
y después en ornamentos, cosas y alhajas»(98). En 1865 reconocía el teniente de
hermano mayor de la corporación almonteña el probable incumplimiento del quinto
artículo porque muy probablemente se había alterado el criterio de reparto del
dinero recaudado. Se explica así que la hermandad manejaba el destino de las
limosnas y dirigía la inversión a enseres y adornos y no al mantenimiento del
culto(99).
Cuatro varales de
plata para el paso de la Virgen
Tan primorosas eran las andas de madera, en las que cada
lunes de Pentecostés cumplía su estación procesional la Santísima Virgen, que
en un periódico del año 1850 recibieron los elogios del redactor, por el mérito
artístico de las columnas y templete tallados por el famoso imaginero
96 ABOS
Ibidem. Of cio remitido por el párroco de Almonte don Fernando Martínez... 12
de junio de 1851.
97 AHMR en
FJIG Caja 74. Comunicación dirigida al secretario del señor gobernador del
Arzobispado de Sevilla por el presbítero D. Fernando Martínez Conde, fechada el
1 de julio de 1863.
98 ABOS
Ibidem. Comunicación librada por el Teniente de Hermano Mayor de la Hermandad
del Rocío de Almonte, doctor don José Antonio Bravo, al mayordomo de los
señores duques de Montpensier comunicando ciertos asuntos sobre el gobierno de
la Hermandad. Almonte, 25 de junio de 1865.
99 Ibidem. Of
cio remitido por la administración de los duques de Montpensier al mayordomo de
la Hermandad del Rocío. Sevilla, 15 de junio de 1851.
residente en Sevilla, Juan de Astorga, a inicios de la
década de 1820(100). Influenciado el Rocío por los ejemplos de adquisiciones de
nuevos enseres, labrados en plata, para imágenes de otras ciudades, surge la
necesidad de sustituir los varales de madera por otros de plata de ley. El
reemplazamiento de estas piezas tenía puesto el horizonte en la mejora estética
del conjunto del paso de una manifestación piadosa, que vivía unos años
pujantes en el aumento de su prestigio.
Andas de Juan de Astorga de 1820, en el que se aprecian los varales centrales de 1852. Fotografía del Archivo General de Andalucía, década de 1920 |
Recién
organizada la hermandad a inicios del mes de abril de 1852, aquel año de tanta
exaltación mariana, en el que la Virgen había estado en Almonte de modo
excepcional y su hermandad comenzaba a adquirir el peso organizativo de toda la
f esta, materializan los señores duques la donación de unos preciados varales
de plata, con la condición de que «en el caso de que por acuerdo de alguna
corporación o en virtud de órdenes se quieran destinar a otro uso, han de
volver a su alteza» (apéndice)(101). Por un inventario de enseres del
santuario, datado en 1884, ha podido descifrarse que los cuatro varales sumaban
un total de 36 cañones, por lo que cada mastelero se formaba de 9 segmentos
argénteos(102). Todos los atributos de orfebrería que adornaban a la imagen en
aquellos años (ráfagas de rayos biselados, media luna con el timbre real,
corona imperial y cetro), muy probablemente hubieron de regalarlos también los
duques de Montpensier con el propósito de hermosear la efigie. Otras cuatro
varas para un palio de respeto (bajo el que probablemente fuesen recibidos
cuando venían al santuario) y la vara del simpecado de Almonte, consta
igualmente que fueron ofrendas suyas(103). Es muy posible que los bienhechores
costeasen también dos candelabros para mesa de altar que, con su escudo
heráldico, se conserva hoy en la parroquia de Almonte. El ofrecimiento de todo
este legado es un ejemplo palpable de cómo la presencia de los duques
representa un antes y un después en el devenir histórico de esta grandiosa
celebración religiosa, y la constatación de cómo estos personajes de primer
orden se involucran, con enorme compromiso, en la vida del pueblo de Almonte y
en proclamar a su patrona, la Santísima Virgen del Rocío, como reina espiritual
de Andalucía.
100 El
Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364; vid. también
HERNÁNDEZ PARR LES, Antonio: «Juan de Astorga hizo las andas de la Virgen», en
Rocío, n.º 23 (1960). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío. Almonte, p.
8.
101 ABOS
Ibidem. Of cio remitido por los señores duques al Hermano Mayor de la cof adía
de Ntra. Sra. del Rocío de Almonte comunicando la donación de las varas de
plata para el palio de la Virgen. Sevilla, 2 de abril de 1852.
102 Archivo
general del Arzobispado de Sevilla Sección IV (administración general). Serie:
Inventarios parroquiales y capillas. Leg.: 1.420. Inventario de la ermita de
Ntra. Sra. del Rocío. Almonte, 30 de diciembre de 1884.
103 LÓPEZ
TAILLEFERT, Manuel Ángel: «El ajuar de Nuestra Señora del Rocío y su ermita
según un inventario del último cuarto del siglo xix», en Exvoto, n.º 2 (año
III). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, 2013, p. 47.
APÉNDICE
ARCHIVO BORBÓN
ORLÉANS (Sanlúcar de Barrameda) Legajo 419. Pieza 4. Relaciones con entidades
religiosas. Hermandad del Rocío (1851-1896).
Oficio remitido por los señores duques al Hermano Mayor de la cof adía
de Ntra. Sra. del Rocío de Almonte comunicando la donación de las varas de
plata para el palio de la Virgen. Sevilla, 2 de abril de 1852.
Tengo el honor de
participar a usted que su alteza real la Infanta doña Luisa Fernanda y su
augusto esposo el señor duque de Montpensier, llenos de devoción a la Santísima
Virgen que con el título del Rocío se venera en una ermita del termino de esa
villa han tenido a bien ofrecer a dicha santa imagen cuatro varas de plata para
el palio con que se cobija el paso en que es conducida en procesión siendo su real
animo al hacer esta ofrenda que las varas se empleen únicamente en el culto de
la Santísima Virgen del Rocío pues en el caso de que por acuerdo de alguna
corporación o en virtud de órdenes se quieran destinar a otro uso, han de
volver a su alteza o a sus sucesores para lo cual es y se debe entender esta
donación solo de uso, reservando su alteza la propiedad para sí y sus
sucesores. De orden de Su alteza tengo el honor de participarlo a usted para
que se sirva comunicarlo a la hermandad, esperando me remita certificación del
acuerdo que con este motivo celebre y que comisión, persona que se entregue de
las varas de plata.
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