EL ROCÍO: REINO DEVOCIONAL DE LOS MONTPENSIER


Por Julio Mayo Rodríguez
Historiador y archivero municipal de Los Palacios y Villafranca (Sevilla)

Articulo publicado en la revista Exvoto Nª 3 de la Pontificia Real e Ilustre Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte. 2014.

EL ROCÍO: REINO DEVOCIONAL DE LOS MONTPENSIER

SS.AA.RR. D. Antonio María de Orleans y Dº María Luisa Fernanda de Borbón, Duques de Montpensier. Representación de La Ilustración Española.

"LOS REYES" DE ANDALUCÍA A LOS PIES
DE LA VIRGEN DEL ROCÍO
(1ª ETAPA 1851-1867)

No hay más que tirar el sombrero por lo alto y, a ese mismo tiempo, dar un ¡Viva la Virgen del Rocío! Así se arreglaban los desencuentros en las romerías de antaño. Qué sabía solución. Simbólica y sencilla, pero tan espiritual y profunda como invocar con naturalidad el nombre de la Santísima Virgen para enmendar algún problemilla que se hubiese suscitado en el Real. Acciones espontáneas rebosantes de fe que atraían poderosamente la atención de quienes venían a vivir nuestra festividad. Era ya, a mediados del siglo XIX la que reunía más romeros de toda España y la que mayores encantos ostentaba(1) . Ingredientes suficientes que sedujeron la mirada de eruditos románticos, como la del francés Antoine de Latour, completamente consciente de que la reunión fraterna de tantos pueblos, bajo una misma Señora, hacía prender la chispa del genio andaluz y de que la Virgen del Rocío había eclipsado ya a patronas de las ciudades y pueblos colindantes, incluidas las devociones marianas de Sevilla, como «una rival blanca» que se imponía en razón de su «atractiva gracia y su benefactora protección»(2). Estos y otros motivos más, que luego veremos, inclinaron a los señores duques a vincularse a la devoción rociera, de modo que terminaron regalándonos la pintoresca estampa romántica de poder ver, en medio de unas ceremonias todavía barrocas que se celebraban en una ermita rural, a un duque extranjero, de origen francés, aspirante a poder llegar a ser rey de España, tributando pleitesía a la Santísima Virgen del Rocío.

1 El Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364.
2 LATOUR, Antoine de: «Nuestra Señora del Rocío», en La bahía de Cádiz (capítulo VII). Traducción y notas de Lola Bermúdez e Inmaculada Díaz Narbona. Diputación provincial de Cádiz, 1986, p. 168.

Presencia de los duques en la función de Pentecostés y procesión de la Virgen. Protocolo de visita
Antonio María de Orleans, duque de Montpensier (1824–1895)(3) acudió por vez primera a la función de Pentecostés el lunes, 9 de junio del año 1851, tal como lo había anunciado a toda Europa el rotativo madrileño de distribución internacional (Francia e Inglaterra) El Católico: «los serenísimos señores duques de Montpensier han determinado concurrir este año a la función de Ntra. Sra. del Rocío». Si en aquel tiempo se registraba una gran afluencia, la ilustre visita «aumentará este año indudablemente la solemnidad y concurrencia con motivo de presenciarla las augustas personas»(4) . En aquella ocasión inaugural, no vino acompañado de su esposa debido al avanzado estado de gestación de su segunda hija, y siguió la misa desde un trono elevado sobre una tribuna, decorada con un dosel de gusto aristocrático, ubicada muy cerca del presbiterio junto al paso de la Virgen. Expresó el párroco de Almonte por escrito que, con su presencia, había quedado «la Iglesia honrada y engrandecida»(5) . Posteriores años sí vino junto a la infanta María Luisa Fernanda, una mujer eminentemente piadosa que mostró siempre bastante inquietud por ayudar a los humildes y que se sentía especialmente confortada participando en actos de culto. Hasta el obligado destierro de 1868, a causa de «La Gloriosa» sublevación revolucionaria de Topete, transcurrieron unos diecisiete años (esta primera etapa que estudiamos), en los que los señores duques faltaron muy pocos al Rocío(6).

3 Hijo menor del rey francés Luis Felipe de Orléans y la española María Amalia de Borbón, casado con la infanta María Luisa Fernanda, hija de Fernando VII. Era hermana única de la reina Isabel II. Este matrimonio, con derecho a sucesión monárquica, se había establecido en Sevilla (1848), donde reconvirtieron el palacio de San Telmo en una gigantesca mansión como sede de una estructura palaciega y cortesana que llegó incluso a rivalizar, en esplendor, con la madrileña. Mientras residieron en la capital hispalense apoyaron a numerosos colectivos y favorecieron el desarrollo de actividades de índole religioso, cultural, social y económico tanto de la propia ciudad, como de otros lugares de la geografía andaluza y española; vid. FERNÁNDEZ ALBÉNDIZ, M.ª del Carmen. La corte sevillana de los Montpensier. Biblioteca de Temas Sevillanos, n.º 56. Ayuntamiento de Sevilla, 1997, p. 137.
4 La España, 7 de junio de 1851, p. 2.
5 Fundación «Duques de Montpensier». Archivo Borbón-Orléans de Sanlúcar de Barrameda (ABOS). Leg. 419. Pieza
4. Relaciones con entidades religiosas. Hermandad del Rocío (1851-1896). Of cio remitido por el párroco de Almonte, don Fernando Martínez Conde, al señor secretario del infante duque de Montpensier. Almonte, 12 de junio de 1851.
6 Tuvo que luchar el duque contra su origen francés. La opinión pública consideraba a los compatriotas de Napoleón herederos de un ideal revolucionario (como librepensadores y no creyentes). Por ello se aplicó siempre en mostrar un gran afecto hacia la creencia católica, el tradicionalismo y las costumbres patrias.

Inicialmente acostumbraron a venir los duques el mismo lunes de Pentecostés. Por la mañana salían a recibirlos numerosas personas montadas a caballo que se adelantaban a una gran distancia del Real, con el alcalde de Almonte a la cabeza. Al aproximarse los duques, que venían escoltados por una caballería lucida y el grupo de servicio, la multitud los aclamaba y vitoreaba. Los caballistas que habían ido al encuentro se unían al séquito regio y el cortejo se adentraba en el Real. Incesante repiqueteo de campanas y algunos que otros cohetes, hemos de imaginar. Hubo otros años posteriores en los que los duques vinieron desde el día antes de la función (domingo de Pentecostés)(7) . Habitualmente se postraban en primer lugar ante el altar de Nuestra Señora del Rocío y luego se dirigían hacia las paradas de algunas hermandades para agradecer el recibimiento que todos les hacían con sus insignias y estandartes(8) . Sin embargo, visitaron el hato de alguna filial en otras ocasiones, nada más llegar a las inmediaciones, como en 1853 que estuvieron en el de Umbrete para, tras un breve descanso, proseguir hacia el santuario y asistir a la solemne función(9) . Propiciaron estas visitas ilustres la regulación de la distribución espacial de las filiales en el Real (anecdóticamente, Umbrete incumplió el pacto en 1853 al situarse delante de Coria, impidiendo que los duques pudiesen ser llevados por el alcalde almonteño, Vicente Cepeda, a la recién constituida coriana)(10).
No olvidemos que las filiales en la víspera «iban formalizando la entrada por orden de antigüedad, precedidos de dulzainas y atambores, pasando por frente de la puerta principal de la ermita, y llevando cada uno su pendón, al que siguen el hermano mayor y demás hermanos y hermanas sobre los vistosos carros o enjaezadas caballerías en que habían hecho su viage»(11). Una vez posicionadas, los peregrinantes celebraban esta f esta de encuentro entre pueblos con muchísima alegría. Una crónica describía que «preparadas las guitarras de la reunión, sin olvidar el tamboril y la gaita que acompañan siempre a cada hermandad, formasen distintos ranchos, haciendo círculos con las carretas de cada pueblo, después de haber dado cada cofradía la vuelta al Real». Para surtir a los muchos viandantes que acudían «se ven esparcidos por doquier cafés, platerías, tiendas de comida, confiterías y otras muchas de diferentes géneros y efectos. Inmediatas a la ermita se divisaban ya algunas chozas, propiedad de los más

Ntra. Sra. del Rocío en el siglo XIX

7 LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 170.
8 PINEDA NOVO, Daniel. Coria y el Rocío. Noticias históricas. Coria del Río, 1979, p. 41.
 9 El Porvenir, sábado 21 de mayo de 1853, p. 2.
 10 Véase nota 6.
11 Pascual: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid, 1847, T. II, voz Almonte, p. 172.

ricos vecinos de los pueblos colindantes»(12). El domingo de Pentecostés se lidiaba por la tarde un toro, que llevaba la filial de Triana, en medio de un coso formado con los carros y carretas de las demás congregaciones rocieras. Después, el vacuno era sacrificado y su carne era vendida a un módico precio, a beneficio de la filial(13). Ya el lunes de Pentecostés era costumbre que, apenas clarease el día, se repartiesen por todas las reuniones «copas de licor y trozos de masa frita», como añeja práctica de la fiesta(14). Cada una de las congregaciones dedicaba en el santuario a la Madre una misa cantada, a la que acudían los romeros con gran fervor y recogimiento. «Desde el amanecer, cada hermandad oye devotamente la misa. La de Almonte es la última y la más solemne; se dice a las once»(15). En aquellos años intermedios del siglo XIX, la imagen poseía vestidos que se cubrían ya con ricas alhajas y preciosos adornos, su ermita aparecía alumbrada con muy buen gusto y por sus paredes se veían «innumerables reliquias de oro, plata y cera, ofrenda grata por los milagros que a su protección deben»(16). La ceremonia religiosa, compuesta litúrgicamente por una misa cantada y sermón, solía presidirla los duques desde un «tablado con dosel», que mandaba construir el propio ayuntamiento, encargado también de adecentar la iglesia y sus instalaciones aledañas(17). Es muy sintomático que nunca vinieran a oficiarla el arzobispo o el deán de la catedral de Sevilla. Ese protagonismo parece ser que permaneció reservado al clero local y comarcano.
 Después de la función salía con gran lucimiento la procesión recorriendo el perímetro que ocupaban las filiales. En el transcurso de la estación, don Antonio de Orleáns y doña María Luisa Fernanda portaban las varas de hermanos mayores de la de Almonte, un cargo honorario al que accedieron desde el primer año. En el cortejo, «las hermandades ocupan sus puestos con su estandarte a la cabeza. La más reciente abre el cortejo; la más antigua lo cierra y se coloca delante de la Virgen»(18). Los devotos de cada filial aguardaban junto a sus carretas y los jinetes sobre sus caballos. Cuando

12 El Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364.
13 El Porvenir, 2 de junio de 1858, p. 2. Este artículo ha sido publicado también por MARTÍN PR DAS, Antonio y CARR SCO GÓMEZ, Inmaculada: «El Rocío en el tiempo. Una visión de la Romería del Rocío en la prensa del siglo XIX», en Revista Siete Años, n.º 1 (Almonte, septiembre de 1998), pp. 33 y 34.
14 El Católico, ibidem.
15 LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 171 y 172. 16 El Católico, ibidem.
17 Archivo Municipal de Almonte (AMA) Sección: Intervención. Serie: Presupuestos municipales. Legajos 1.086 (1840–1851) y 1.087 (1852-1857). 18 LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 171 y 172.

se acercaba la Virgen lanzaban «repetidos gritos de entusiasmo y vivas a la Virgen del Rocío, hasta entrar el paso en la ermita»(19). Almonte hermoseó el cortejo procesional algún año con «unas cuarenta señoritas elegantemente ataviadas y además todas ellas con mantillas blancas»(20). Suponemos que la procesión no habría de prolongarse mucho tiempo. Especifica Antoine de Latour que la imagen tardaba «más de dos horas en recorrer la inmensa pradera [.../...], llevada sobre robustos hombres», y se recogía sobre las tres de la tarde(21).

Luego, el ayuntamiento agasajaba a los duques con un «refresco», en la hospedería colindante a la ermita. Se conservan facturas muy detalladas como la emitida por el maestro confitero de La Palma, Pedro Rasgado, quien de su establecimiento dispensaba «dulces de varias clases para el refresco»(22). Tras el ágape, los señores duques acostumbraban a retirarse, no sin dejar antes un gran donativo para el sustento del culto de la ermita, personal eclesiástico celebrante, sirvientes, cocineros y pobres «pordioseros»(23).

Recibo de los pasteles, 1851. Archivo Municipal de Almonte

19 El Católico, ibidem.
20 El Porvenir, sábado 21 de mayo de 1853, p. 2.
 21 Aunque este libro vio la luz por primera vez en 1858, resulta evidente que tuvo que terminarlo antes de 1856, año en el que se introdujo la novedad de que la procesión de la Virgen del Rocío saliese a partir de las seis de la tarde; LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 171 y 172.
22 AMA. Sección: Intervención. Serie: Presupuestos municipales. Leg.: 1.086 (1840–1851). Asientos del año 1851. Recibo sobre las cuentas de preparar la habitación donde se quedó el duque de Montpensier en la función del Rocío celebrada en el santuario del 19 de junio de 1851 y Recibo del pastelero Pedro Rasgado de La Palma por 27 libras de dulces de varias clases, fechado el 11 de junio de 1851.
23 ABOS Ibidem. Of cio remitido por el párroco de Almonte, don Fernando Martínez Conde, al señor secretario del infante duque de Montpensier. Almonte, 12 de junio de 1851.


Arraigo de los Montpensier con el Rocío
Comenzó don Antonio de Orleans a desarrollar actividades cinegéticas por Doñana, en 1849, coincidiendo con unos días de descanso en el mes de septiembre que pasaba en Sanlúcar de Barrameda(24). Pese a estar en suelo de Almonte, el alcalde José Triana García no lo acompañó en el palacio de las Marismillas por desconocer que «los Príncipes estuvieran en el coto»(25). Tan impactado hubo de quedarse con el bucólico entorno natural, que después de intentar hacerse con el coto de Doñana sin éxito(26), no poder acceder a la propiedad del histórico palacio del Lomo del Grullo, pese a las grandes extensiones del coto que adquirieron esparcidas entre los términos municipales de Hinojos y Almonte, se determinaron a comprarle al conde de Altamira, sólo un año después, la dehesa de Gatos y el caserón de Villamanrique(27). Este fue el enclave más cercano en el que los duques lograron posicionarse para llegar a las monterías del coto real y santuario marismeño, precisamente ubicado en la limitación del Lomo del Grullo con Doñana. Las primeras veces que concurrieron al Rocío se hospedaron en el palacete que se construyeron en Villamanrique, desde donde cruzaban el real coto y paraban a darles descanso a las bestias en los establos de la casa de los guardas, llamada Cabeza Rasa(28). Otros años, hemos documentado que Montpensier dispuso alojarse los días del Rocío en el palacio del Lomo del Grullo (fue el caso de 1862, año en el que pernoctó dos noches y solicitó la renovación del mobiliario por encontrarse en mal estado)(29).

24 RODRÍGUEZ DOBLAS, M.ª Dolores y RUIZ CARMONA, Manuel: «Crónica de los primeros viajes de los Duques de Montpensier a Sanlúcar de Barrameda», en Revista Gárgoris, n.º 1 (junio de 2012). Asoc. Amigos Luis de Eguílaz de Amigos del libro y las bibliotecas, p. 15.
25 ABOS carpeta 9. Of cio y exposición del Ayuntamiento de Almonte ofreciendo sus respetos y homenajes a SAR y manifestando las causas que han impedido su presentación.
26 Archivo General de la Fundación «Casa Medina Sidonia» (AGFCMS). Leg.: 5.490. Esta noticia también la recoge MORENÉS Y MARIÁTEGUI, Carlos: Historia del Coto de Doñana (1865-1985). Fundación Patrimonio Natural, Madrid, 2005, p. 28.
27 El 6 y 7 de febrero de 1850 estuvo don Antonio de Orleans en Villamanrique recorriendo la dehesa e inspeccionando su caserío; ABOS Mayordomía Mayor de SAR la serenísima Infanta de España doña María Luisa Fernanda de Borbón. Copiador General de todo lo correspondiente a la época del Excmo. Señor Duque de Zaragoza. Anotaciones del 6 y 7 de febrero de 1850.
28 Archivo general del Palacio Real. Patrimonio Nacional. Sección Administraciones patrimoniales. Fondo Alcázares de Sevilla–Lomo del Grullo. Caja. 4209/16. El Teniente Alcaide del Alcázar de Sevilla que SS.AA. asistían a la romería del Rocío y con este motivo se origina gastos. Sevilla, 9 mayo de 1853.
29 Ibidem. Caja. 4214/13. Sevilla. Compra de muebles para el Palacio del Coto con motivo de la ida del duque de Montpensier a la romería del Rocío. Madrid. 10 de junio de 1862.

Hubo años en los que sus altezas visitaron la ermita del Rocío en fechas distintas a Pentecostés. Precisamente en marzo de 1853 se supo que iban a desplazarse a Villamanrique y que tenían «pensado alguna vez el visitar el Santuario de Ntra. Sra.», recibiendo el ofrecimiento de poder usar la casa de hermandad de Triana, recién construida entonces, cuyas llaves estaban en poder «del guarda del coto don Francisco Ruiz»(30). La hermandad de Almonte acordó igualmente, aunque ya algo más cercana la fecha del Rocío –a finales de abril–, ofrecerle «a su alteza real la ermita con todas sus dependencias para que usen de ellas como tuviese por conveniente»(31).

Visitas de los duques al pueblo de Almonte
 Guiados por el propósito de conocer en toda su esencia las singularidades de la devoción, quisieron ser testigos presenciales del inusitado fervor con el que se vivían las venidas extraordinarias de la imagen a la villa de Almonte, colmado de un programa de rituales mucho más extenso que el de la festividad principal(32). Tuvo la oportunidad de experimentar el señor duque el éxito milagroso de la patrona en el año 1852. La Virgen había sido traída en rogativas al pueblo el 14 de diciembre de 1851 con la fe de que remediase una sequía prolongada que estaba perjudicando seriamente los intereses agrícolas y ganaderos. La función en acción de gracias no se ofició hasta el 8 de febrero de 1852(33). Hemos podido desvelar la asistencia del duque por una comunicación, fechada el 8 de marzo, suscrita por miembros de la municipalidad, clero local y cofrades rocieros, en la que se alude a que el francés se comportó: «lleno de ejemplar veneración y respeto»(34). Estuvieron en el pueblo otras dos veces en 1854. El 11 de marzo emprendieron desde Sevilla un viaje de peregrinación hacia el convento de la Rábida, cerca de Moguer, en compañía de la reina doña María Amelia de

30 ABOS Leg. 419. Pieza 4. Relaciones con entidades religiosas. Hermandad del Rocío (1851-1896). Comunicación del Teniente de Hermano Mayor del Rocío de Triana, don Pedro Ruiz Cortegana, ofreciendo a los duques las llaves de su casa de hermandad. Triana, extramuros de Sevilla, 29 de marzo de 1853.
31 ABOS Ibidem. Copia certif cada del acta de la hermandad del Rocío de Almonte con acuerdo de of ecer el uso de las dependencias de la ermita a los duques. Almonte 28 de abril de 1853.
32 MAYO RODRÍGUEZ, Julio: «Rocío del cielo, siempre en camino. Sumario de venidas y llevadas durante la Edad Moderna (I). Siglos xvi y xvii», en Exvoto, n.º 1 (año II). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, 2012, p. 83.
33 AMA Sección I (Gobierno). Serie: Actas capitulares. Leg.: 16. Sesión celebrada el 19 de enero de 1852; Citado por FLORES CALA, Julio: Historia y Documentos de los Traslados de la Virgen del Rocío a la villa de Almonte (1607-2005). Cuadernos de Almonte (extraordinario). Ayuntamiento de Almonte, 2005, pp. 57 y 58.
 34 ABOS Ibidem. Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el ayuntamiento, clero local y cofrades de la Hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de 1852.

Borbón-Dos Sicilias, madre de Montpensier. La peripecia tuvo una parada especial en Almonte, donde visitaron el Ayuntamiento la infanta doña María Luisa Fernanda, don Antonio y su madre, cuando se dirigían al lugar desde donde partió Colón rumbo América(35). En Palos, ante el estado deplorable de conservación del convento, se comprometieron a costear su restauración(36). Un mes más tarde, en abril, comenzaron las obras de adaptación a hospital de incurables con la supervisión personal y continua de don Antonio. La frecuencia con la que asistió a Palos hizo que el duque volviese a Almonte, otras veces más, en 1854(37). Procesión vespertina de la Virgen durante tres años (1856-1858) Entre 1856 y 1858, la procesión pasó a celebrarse el lunes a partir de las seis de la tarde, «comprometiéndose todas las hermandades de Almonte, Villamanrique, Pilas, La Palma, Moguer, Sanlúcar de Barrameda, Triana y Coria a permanecer en el Real todo el día del lunes de Pentecostés»38. La iniciativa partió del representante trianero, Pedro Ruiz Cortegana. Este rociero de Sevilla promovió una reunión en el santuario entre miembros de las demás filiales y se pusieron de acuerdo todas ellas en que la procesión de la Virgen se retrasase a un horario de tarde. No sabemos hasta qué punto inf uyó que el duque de Montpensier tuviese anunciado aquel año de 1856 que acudiría acompañado al Rocío de su majestad Fernando II, el rey de Portugal (hermano de Montpensier), pese a haber acordado meses antes el ayuntamiento la suspensión de la romería por las grandes adversidades padecidas(39). Además, desconocemos si finalmente estas personalidades se quedaron a la procesión, pues al parecer tenían previsto ir después de la función a una gran cacería, organizada en el «Coto de los Infantes», que costearía la propia reina de España, junto a una comida ciertamente regia en el

35 AMA Leg.: 1.087. Presupuestos municipales (1852-1857). 12 de marzo de 1854. Por el ref esco dado en el ayuntamiento a los duques de Montpensier.
36 El escritor francés Rosselly persuadió a Montpensier para que costeara la impresión del primer tomo de su trabajo sobre Colón en 1858, impreso en Cádiz; vid. VARELA, Consuelo: «Colón en la Francia decimonónica», en Comunicación, historia y sociedad: homenaje a Alfonso Braojos. Universidad de Sevilla, 2001, p. 211; y ROSELLY DE LORGUES. Historia de Colón y de sus viajes. Cádiz, tomo I (1858), p. 161.
37 AMA Leg.: 16. Libro capitular (1846-1855). Año 1854. Fol. 39 vto. Sesión del 27 de agosto de 1854.
38 Archivo de la Hermandad Matriz del Rocío de Almonte (AHMR ). Fondo documental de Juan INFANTE GALÁN (FJIG) Caja 74, carpeta 483. Documento 28. Acuerdo de las hermandades para cambiar la procesión de la Virgen a la tarde del lunes de Pentecostés. Año 1856.
39 AMA Leg.: 17. Libro capitular (1856-1870). Año 1856. Fol. 7. Sesión de 31 de marzo de 1856. Suspensión de la función del Rocío.

mismo coto(40). Esta visita de campanillas levantó una enorme expectación y puso en alerta a las autoridades gubernamentales de la provincia de Huelva, que quedaron más que avisadas de la magnitud del acontecimiento(41). «En la tarde de ese día –se refiere esta narración de El Porvenir de 1858 al lunes de Pentecostés– es cuando cada hermandad se esfuerza en lucir las mejores cosas que durante el año ha podido introducir o costear. La procesión concluye a las oraciones»(42). Tras la adopción de esta medida que desplazaba la procesión a otra franja horaria, la Virgen se recogía prácticamente al anochecer del lunes. El último año que la Virgen salió por la tarde (1858), no pudieron estar en el Rocío los Montpensier, razón por la que la hermandad de Almonte les hizo llegar «dos estampas y dos medidas de la mencionada Virgen, tocadas en su divina imagen»(43).

Auge social y crecimiento devocional
 El paso de los Montpensier por el Rocío modificó ostensiblemente la historia de esta devoción mariana del sur del país. No redescubrieron ni tuvieron que restablecer el fenómeno rociero, como se ha expresado en algún que otro artículo, que le confiere a don Antonio de Orleans la dicha de haber recuperado esta romería(44). Ni mucho menos. En 1850, con anterioridad a la irrupción de los duques, el Rocío era ya una palpable realidad devocional, instaurada entre las más multitudinarias de España, que anualmente recibía entre 10 000 y 20 000 peregrinos(45). Las aportaciones de los príncipes al Rocío fueron otras que trataremos de desgranar seguidamente. Entre las principales consecuciones atribuidas a los Montpensier hemos de situar el aumento de la cobertura mediática, durante los años que mantuvieron su asistencia(46). Esta circunstancia posibilitó que creciese el interés en puntos comarcales, regionales e incluso de otros lugares del país.

40 La Época, 12 de mayo de 1856, p. 3.
41 PADILLA DÍAZ DE LA SERNA, Santiago: Rocío, sal y sol de Andalucía. La difusión nacional de El Rocío desde el siglo xix hasta 1961. Hergué Editorial, Huelva, 2010, p. 91.
42 El Porvenir, 2 de junio de 1858, p. 2.
43 ABOS Ibidem. Comunicación del Teniente de Hermano mayor de Almonte, Luciano García, al mayordomo de los Duques de Montpensier remitiendo una estampa de la Virgen y medida de la imagen. Almonte, 7 de junio de 1858.
44 BLANCO, Laura: «El francés que redescubrió la Sevilla antigua», en El Correo de Andalucía, 19 de marzo de 2014.
45 El Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364; vid. También LATOUR, Antoine de: Op. cit., p. 171.
46 Gracias a la información contable del Ayuntamiento de Almonte hemos podido probar la regularidad que los señores duques mantuvieron; vid. AMA Sección: Intervención. Serie: Presupuestos municipales. Legajos 1.086 (1840–1851), 1.087 (1852-1857) y 1.088 (1858-1866).

El alto nivel aristocrático de los duques sirvió de efecto llamada y despertó la inquietud de familias de cierto postín, vinculadas a una próspera burguesía agroganadera, tanto de Sevilla como de otros puntos de Andalucía, que antes no se habían acercado nunca al ámbito rociero. Por otro lado, el pueblo humilde también sintió grandes deseos de poder ver de cerca a los míticos personajes que tanto respaldo popular cosechaban. Creció mucho el Rocío en esplendor devocional e institucional. Todo esto explica que, a la vuelta de ocho años, el índice de participación se hubiese duplicado, cifrándose en 1858 el concurso de romeros en unos 40 000. La escalada iba consumándose a pasos agigantados. Lo detalla muy bien el fragmento de esta reseña que se publicó en un periódico del momento: «Había ante la ermita un pozo de agua potable del que la piadosa tradición refería que, a pesar de beber de él tres días consecutivos tantas personas allí reunidas y tantas caballerías, jamás se habían agotado sus aguas. Sin embargo, fue tal la af uencia de romeros [en 1858] que el pozo se ha visto agotado. El ayuntamiento de Almonte comunicó a las hermandades que [para 1859] construiría otro pozo y un pilón nuevo para las bestias»(47). En efecto, en las anotaciones económicas del municipio consta el libramiento de las cantidades necesarias con las que se liquidaron las construcciones del pozo y la pila para el abasto del agua(48). La mayoría de las hermandades filiales, en estos años de mediados de siglo, montaban tiendas de lienzos para albergar sus insignias porque carecían de terrenos en propiedad para poder obrar una choza de material. No cabe duda de que la presencia ducal impuso que, algunas como Triana y Coria del Río, se involucrasen en construir sus casas con el claro fin de acoger en una sede digna la visita de sus altezas reales. Fue incrementándose, así, el caserío de la aldea. Aún sin ser el Rocío una devoción de cuna de los duques, es muy revelador que esta popular expresión de fe terminase adueñándose de sus corazones. Los vínculos con la ciudad de Sevilla les acercaron a numerosas hermandades penitenciales y de gloria y los involucraron en apoyar cultos a imágenes emblemáticas, como San Fernando o la Virgen de los Reyes, y en promocionar tradiciones del pueblo sevillano, como la Semana Santa, los toros y la Feria de Abril(49). Brindaron apoyos a otras romerías, como la

47 El Porvenir, 2 de junio de 1858, p. 2.
48 AMA Sección: Intervención. Serie: Presupuestos municipales. Leg.: 1.088 (1858-1866). Asientos del año 1859. Obras del pozo y pila realizadas en la aldea del Rocío para el abasto de agua.
49 FERNÁNDEZ ALBÉNDIZ, M.ª del Carmen. La corte sevillana de los Montpensier. Biblioteca de Temas Sevillanos, n.º 56. Ayuntamiento de Sevilla, 1997, p. 137.

de Torrijos, y muy especialmente esta del Rocío, ayudando a popularizar esta práctica devota y festiva, de índole rural, entre la sociedad sevillana, andaluza y española. Tan presente tenían a diario a la Virgen marismeña que en la escalera principal del palacio de San Telmo colgaron un óvalo con su efigie, realizada por el pintor Antonio Cabral Bejarano(50). Tal vez pueda entenderse así que sus altezas viniesen a presidir la función y procesión de la Virgen durante tantísimos años. Pero al margen del apego devocional y la simpatía afectiva, los duques debieron encontrar aquí también un espacio de sumo interés para sus aspiraciones políticas y sucesorias. Por ello volvieron en tantas ocasiones. El Rocío trascendió, así, sus fronteras naturales y alcanzó un relieve enormemente superior al que mantuvo hasta aquellos momentos.


CLERO, AYUNTAMIENTO Y HERMANDAD: EL SINGULAR TRIUNVIRATO ORGANIZATIVO DEL ROCÍO
Históricamente, la devoción rociera se fue revelando como una manifestación poco permeable a las exigencias de los dueños absolutos de la villa (duques de Medina Sidonia). Acabó constituyéndose la imagen como la principal seña de identidad y el mayor símbolo de Almonte. Muy pocos pueblos españoles tenían el precedente de haber alcanzado tal grado de cohesión en torno a una advocación alumbrada desde las mismas entrañas del pueblo, cuyo hermosísimo título no hizo falta buscarlo en ningún devocionario litúrgico. Idearon el título sus propios hijos. El pueblo era dueño absoluto y sobre Ella no mandaba nadie(51). Este es el retrato irrepetible de una realidad estrechamente enraizada con lo local a mediados del siglo XIX, después de que la Iglesia hubiera ido perdiendo fuelle ante las políticas liberales, o mejor explicado por el alcalde de tendencia moderada-conservadora Vicente de Cepeda, debido al «desconcierto que en las cosas de la Iglesia han ocasionado las revoluciones»(52).

50 FALCÓN MÁRQUEZ, Teodoro: «El legado Montpensier al Ayuntamiento de Sevilla», en Laboratorio de Arte, n.º 3 (1990), pp. 209-220; vid. También RODRÍGUEZ REBOLLO, ÁNGEL. Las colecciones de pinturas de los Duques de Montpensier en Sevilla (1866- 1892). Fundación Universitaria Española, 2005.
51 ROSENTHAL, Ana: «Una Virgen andaluza y sus elegidos: La Virgen del Rocío y Almonte. Proceso histórico y su razón de ser», en Actas del VIII Congreso sobre el Andalucismo histórico. Córdoba, 1997, p. 682.
52 Archivo diocesano del Obispado de Huelva (ADH). Sección: Secretaría. Serie: Asuntos despachados. Carpetilla azul que contiene documentación referente al Rocío. Comunicación del alcalde Vicente de Cepeda, dirigido al secretario de cámara del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 20 de octubre de 1852; Recogido también por FLORES CALA, Julio y MUÑOZ BORT, Domingo: Hermanos mayores de Almonte. Colección «Cuadernos de Almonte», n.º 57. Ayuntamiento de Almonte, 2001, pp. 175-77

No fue así en el Antiguo Régimen, periodo histórico en el que la hermandad estuvo acaparada por el cuerpo eclesiástico (durante las primeras décadas del siglo XVIII, prácticamente todos sus hermanos mayores fueron sacerdotes)(53). En la segunda mitad de aquel siglo, tras la aprobación de las reglas de 1758, fueron desempeñando estos cargos personas ajenas a la curia. Con el advenimiento de las nuevas corrientes liberales irá adquiriendo mayor protagonismo el propio pueblo en su vida corporativa. El año 1842, el Gobierno español editó medidas correctoras sobre las cofradías y la del Rocío quedó desarticulada. Una vez desaparecida, «el pueblo entero de Almonte» pidió al arzobispado de Sevilla, en 1843, que se pudiese celebrar la f esta y función de Pentecostés. El interlocutor almonteño don Antonio Martín Villa, expresó literalmente en su petición que así se lo había hecho llegar «la devoción de mi pueblo por medio de su ayuntamiento y clero»(54). Mientras permaneció suprimida, en la década que comprende entre los años 1842 y 1852, el binomio conformado por clero y ayuntamiento reanudaron su hegemonía e influencia sobre los asuntos de la Virgen(55). Son estos dos poderes los que gobiernan la ermita y usos de la imagen en el momento en que aterrizan los Montpensier en el Rocío. Lo ilustra perfectamente el hecho de que, en el transcurso de la procesión de 1851, sin contar con nadie, «los señores cura párroco y alcalde [.../..] pusieron en manos de su alteza real la vara e insignia de hermano mayor», aunque oficialmente estuviese suspensa su cofradía por el Estado(56).


El Ayuntamiento como patrono nato
Por disposición de Baltasar Tercero, el ayuntamiento de Almonte tutelaba la ermita de Nuestra Señora, tras haberlo nombrado copatrono, junto al clero, cuando fundó su capellanía de misas en 1587. Fue una maniobra diseñada contra el apoderamiento que el VII duque de Medina Sidonia venía ejerciendo sobre las Rocinas, en la segunda mitad del siglo XVI.

53 MAYO RODRÍGUEZ, Julio. «El vicario don Pedro Ponce y Cabrera (1695-1767)», en Exvoto, n.º 0 (año I). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, p. 259.
54 ADH. Asuntos despachados. Solicitud librada por don Antonio Martín Villa, en el nombre del pueblo de Almonte, al gobernador eclesiástico para que autorizara la celebración de la f esta y función de Ntra. Sra. del Rocío, 13 de mayo de 1843; Citado por FLORES CALA, J. y MUÑOZ BORT, D. Op. cit., pp. 54-55 y 164.
55 Así lo expresaba el alcalde de Almonte don Vicente de Cepeda; vid. nota 52.
56 ABOS Ibidem. Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el ayuntamiento, clero local y cofrades de la hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de 1852.

La designación del Ayuntamiento como patrono facilitó a Almonte manejar el control del culto en la ermita y su imagen titular. Concentrar la administración de la fundación en manos de la corporación local fue uno de los principales recursos para hacer posible la independencia de la advocación, con respecto a la casa ducal que era propietaria del pueblo y todo el extenso término de Almonte. Precisamente, en este dominio ejercido por el gobierno municipal radica una de las peculiaridades del culto rociero, que adquirió su máximo auge al suscitarse los conflictos entre Almonte y la administración ducal. Representan estos enfrentamientos el fondo del valor antiautoritario de la Virgen del Rocío y son la base de su significación como símbolo del pueblo, frente al poder máximo del momento(57).

Con el tiempo, los distintos ayuntamientos que administraron la obra pía se acostumbraron a actuar, por tradición, como cabeza y moderador de todos los actos de la hermandad. Así de contundente lo manifestaba el párroco Martínez Conde, en marzo de 1852, haciéndole ver a la autoridad eclesiástica que las corporaciones municipales habían procedido siempre por encima de la congregación rociera(58). El Ayuntamiento, paradójicamente, se había tomado las atribuciones de nombrar al capellán de la ermita, cuyo nombramiento conformaba luego el cura más antiguo de la parroquial(59). Esta injerencia civil en un asunto de competencia eclesiástica fue tolerada muchas veces por el arzobispado a fin de evitar polémicas(60).
Iglesia y Ayuntamiento vivieron numerosos desencuentros motivados por el intento de mostrar, unos y otros, su supremacía. Estaba la hermandad del Rocío suspensa cuando la Virgen visitó el pueblo en 1852, con motivo de un traslado extraordinario, y un concejal le ordenó por escrito al cura, don Fernando Martínez, que se había «determinado que la efigie de Nuestra Señora permanecería tantos días más en el convento

57 ROSENTHAL, Ana: Una Virgen andaluza y sus elegidos: La Virgen del Rocío y Almonte. Proceso histórico y su razón de ser», en Actas del VIII Congreso sobre el Andalucismo histórico. Córdoba, 1997, p. 680.
58 ADH Asuntos despachados. Of cio suscrito por el párroco don Fernando Martínez Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24 de marzo de 1852; citado por FLORES CALA, J. y MUÑOZ BORT, D. Op. cit., pp. 171-175.
59 AHMR en FJIG Caja.: 74, carpeta 483. Of cio dirigido por el párroco don Fernando Martínez Conde al arzobispado de Sevilla. Almonte, el 10 de junio de 1863.
60 AHMR en FJIG Caja 72, carpeta 481. Exp. 7, ramo 8. Auto y diligencia de visita a la ermita de Ntra. Sra. del Rocío. Nombramiento de ermitaño. Of cio dirigido por el señor prior de ermitas al corregidor de Almonte con respecto al derecho de nombrar ermitaño que le corresponde al prior de ermitas, 3 de agosto de 1805; Citado por MAYO RODRÍGUEZ, Julio: «El Rocío en la Guerra de la Independencia», en Exvoto, n.º 0 (año I). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, 2012, p. 89.

[de las monjas dominicas]»(61). Sintiéndose portavoz del vecindario, el Ayuntamiento, como representante de la colectividad vecinal, luchó por mantener el control del principal símbolo de identidad. Otras muchas veces, el ejercicio de esa autoridad llegó a sobrepasar el estricto ámbito de lo civil. La inclinación por decidir sobre tales cuestiones encuentra un botón de muestra en la lucha que todavía mantenía, en 1863, como «patrono nato» de la ermita, muchos años después de que las capellanías ya se hubiesen extinguido y el santuario no tuviese capellán, ni estuviera permanentemente abierto al culto(62).

Un Rocío posible. Reorganización y nuevas Reglas
Quedaron definitivamente disueltos los señoríos hacia 1835, traduciéndose en el caso de Almonte estas medidas en la retirada del control que el estado ducal de Medina Sidonia había ejercido sobre la corporación municipal, mediante sus corregidores (rango superior los alcaldes). A partir de entonces, el Ayuntamiento pasa a convertirse en un poder supremo de la población, mientras el clero local continuó manteniendo sus prerrogativas. La peculiaridad del valor antiautoritario que poseía la Virgen del Rocío hace ver a los Montpensier que lo idóneo es depositar toda la jerarquía de la Virgen en el pueblo de Almonte. Poner la imagen en manos de una hermandad, en la que se sintiese representada toda la sociedad civil, llegó profundamente al corazón del conjunto de la vecindad. Este pueblo, que mantenía tan presente los daños derivados de la Guerra de la Independencia y que celebraba, con el Rocío Chico, el triunfo de la fe sobre la opresión francesa, desterró así las primeras habladurías contra la presencia del duque francés Montpensier.

A los ojos del duque, esta del Rocío hubo de ser una advocación muy atractiva para su ideario, no sólo por los valores de libertarios que reunía, sino por el enorme peso de la tradición que poseía. En más de una ocasión, sus altezas reales tuvieron que oír contar la mítica leyenda de aparición de la imagen, encontrada por uno de sus vecinos(63). El asesor del duque, e hispanista francés estudioso de las costumbres de Andalucía, Antoine de Latour, había difundido ya en aquellos años el origen almonteño de su descubridor(64).

Antonie Latour junto a su Alteza Real la Serenísima Señora 
Infanta Doñana María de las Mercedes de Orleans y Borbón 

61 ADH Asuntos despachados. Of cio suscrito por el párroco don Fernando Martínez Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24 de marzo de 1852.
62 AHMR en FJIG Caja.: 74, carpeta 473, exp. 32. Reclamación por parte del clero local al ayuntamiento de los estipendios de misas rezadas depositadas en la ermita de Ntra. Sra. del Rocío. Almonte, 1863.
 63 MAYO RODRÍGUEZ, J.: «Fue... natural de Almonte», en ABC de Sevilla, sábado 7 de junio de 2014, p. 36.
64 AHMR en FJIG Caja 66, carpeta 427, exp. 3. LATOUR, Antoine: «Notre Dame du Rocio», en La Baie de Cadix. Nouvelles études sur l’Espagne. Paris, 1858, pp. 239-258.

Es en este contexto, en el que se produce la reorganización de la hermandad. Algunos contraluces a la iniciativa vinieron proyectados desde el propio párroco, quien en la fórmula de la aprobación real de las reglas veía oculto «que la hermandad quede emancipada de los clérigos y todo se haga en el Ayuntamiento»(65). En el fondo, subyacía un temor por perder influencia sobre la Virgen ante la novedad de que un miembro de la realeza ocupase el cargo de hermano mayor. Y este, era un temor fundado, porque suponía la presencia, más que honorífica, efectiva, del que podía llegar a ser rey de España. Por el contrario, los devotos de la imagen encontraron en esta solución una liberación del control de la Iglesia y un medio de otorgarle a la hermandad un prestigio y protección implacables.
La historia de la reorganización y aprobación de las reglas se remonta al conflicto originado a causa de los donativos entregados por Montpensier el primer año que vino (1851), a repartir entre Iglesia local, Ayuntamiento y devotos de la desarticulada hermandad. El hermano mayor de aquel año, que había anticipado los gastos de la romería, requirió la cuantía y los cabildos (eclesiástico y secular) se negaron a dársela, argumentando tener que cubrir otros gastos en el santuario. La Iglesia local y el Ayuntamiento pretendieron proclamar hermano mayor a los duques, pero como la hermandad se hallaba disuelta y sin reglas, el párroco y el alcalde pretendieron elaborarlas(66), oponiéndose a ello el pueblo. El 7 de marzo de 1852 se produjo ya una reunión tripartita (clero, Ayuntamiento y miembros de la hermandad), en la que se acordó solicitar al arzobispado modificar las reglas y adaptarlas a las circunstancias del momento(67). Sólo una semana más tarde, el día 13 de marzo, el cardenal arzobispo de Sevilla, don Judas José Romo, concedió autorización para que se pudiese reorganizar siguiendo las pautas definidas en unas reglas modificadas por los propios devotos(68). La autoridad eclesiástica supeditó su aprobación a que la presidencia recayese sobre la f gura del párroco, quien no se mostró muy conforme. Malinterpretó el papel otorgado a la figura del hermano mayor, confundiéndolo con la de presidente. Pensó

65 No era del gusto eclesial que la jurisdicción civil tuviese poderes sobre este tipo de asociaciones de f eles; ADH. Of cio suscrito por el párroco don Fernando Martínez Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24 de marzo de 1852.
66 AMA Sección I (Gobierno). Serie: Actas capitulares. Leg.: 19. Sesión plenaria celebrada el 22 de junio de 1851; Citada por FLORES CALA, Julio y MUÑOZ BORT, Domingo: Hermanos mayores de Almonte. Colección «Cuadernos de Almonte», n.º 57. Ayuntamiento de Almonte, 2001, p. 58.
67 ADH Asuntos despachados. Comunicación del alcalde Vicente de Cepeda, dirigido al secretario de cámara del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 20 de octubre de 1852.
 68 AHMR en FJIG Caja 74, carpeta 483, expediente 25. Rehabilitación y modificación de las Reglas. Año 1852. Resolución adoptada en Sevilla, el 13 de marzo de 1852 y Autorización eclesiástica extendida por el señor Cardenal Arzobispo de Sevilla para la reorganización de la Hermandad del Rocío bajo las Reglas y Ordenanzas adjuntas, 13 de marzo de 1852.

el párroco tendría que asumir las funciones de hermano mayor y adelantar el dinero de la romería. Las sugerencias del párroco no hubieron de encontrar demasiada resonancia en el arzobispado. Desde Sevilla trasladaron el decreto de aprobación, suscrito por el señor cardenal con fecha de 17 de abril de aquel 1852(69).
La singularidad orgánica que caracteriza el gobierno de la actual hermandad Matriz, en cuyo seno se distinguen las figuras de presidente del anual hermano mayor, encargado de organizar la romería, se remonta a aquellos años intermedios del siglo XIX, en los que se condicionó la aprobación de sus estatutos a la creación de tutela presidencial(70). Un documento impreso oficial de la hermandad almonteña, fechado en 1905, enuncia estar la entidad bajo la protección «del venerable clero parroquial e ilustre corporación municipal de esta villa»(71), deduciéndose que la representación institucional conferida por el señor arzobispo al párroco, terminó integrando al ayuntamiento, de modo que la entidad pasó a quedar encabezada por los presidentes natos, cura párroco y alcalde, como herencia de la fórmula administrativa copatronal que regentó la capellanía de Baltasar Tercero(72)

SECUENCIA DE LA APROBACIÓN DE LA HERMANDAD Y SUS NUEVAS REGLAS

Tras la romería Ayuntamiento y clero quieren nombrar a los duques hermanos mayores y elaborar unas Reglas
Diciembre-marzo Traslado de la Virgen en Almonte, con asistencia de Montpensier
Febrero-marzo
El pueblo clama la reorganización de la hermandad y que sea esta la que elabore las Reglas
7 de marzo Ayuntamiento, clero y hermandad ofrecen nombrar a los duques hermanos mayores
13 de marzo
 La Iglesia autoriza que la hermandad redacte las Reglas y se reorganice bajo una presidencia nata
24 de marzo
El párroco sugiere varias enmiendas de los artículos y propone que se suprima el cargo de hermano mayor
17 de abril La iglesia aprueba la reorganización de la hermandad y sus Reglas

1 8 5 1 – Sin hermandad
1 8 5 2 Intermediación de los duques de Montpensier para darle poder a la hermandad                                                                         



69 AHMR en FJIG Caja 74, carpeta 483, expediente 25. Autorización eclesiástica extendida por el señor Cardenal Arzobispo de Sevilla para la reorganización de la Hermandad del Rocío bajo las Reglas y Ordenanzas adjuntas, 13 de marzo de 1852.
70 AHMR en FJIG Caja 74, carpeta 483, expediente 25. Autorización eclesiástica extendida por el señor Cardenal Arzobispo de Sevilla para la reorganización de la Hermandad del Rocío bajo las Reglas y Ordenanzas adjuntas, 13 de marzo de 1852.
71 PADILLA DÍAZ DE LA SERNA, Santiago: «Hermanos y hermanas de la Hermandad Matriz de Almonte», en Exvoto, n.º 0 (año I), Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío, Almonte, 2011, p. 215. 72 Idem. Muñoz y Pabón, ilustre cantor de la Blanca Paloma. Biografía del insigne sacerdote, literato, capillita y rociero. Hergué Editorial, Huelva, 2011.
72 IdemMuñoz y Pabón, ilustre cantor de la Blanca Paloma. Biografía del insigne sacerdote, literato,
capillita y rociero. Hergué Editorial, Huelva, 2011.

Primitiva hermandad del Rocío de Almonte
La reforma del reglamento abre una etapa en la que variará la configuración del organigrama institucional de gobierno. Radicó la novedad en instaurar como cabeza visible a un hermano mayor, cuyo cargo recayó, en este caso, en las personas de los duques de Montpensier. Este reconocimiento honorífico delegaba sus funciones en un ayudante, o teniente de hermano mayor, que sería elegido anualmente de entre los devotos, para encargarse nominalmente de desempeñar las tareas ejecutivas. Igualmente, habían quedado relegados a otras menciones honoríficas, como patronos natos, la Iglesia local y el Ayuntamiento, desposeídos ahora de las facultades que le habían competido en el pasado. Gracias a este cambio de estructura organizativa, la primitiva hermandad del Rocío de Almonte se va a convertir, no sólo en una entidad religiosa, sino en un colectivo que terminará representando al conjunto de la población. Entre las primeras consecuencias de la reforma, debe contemplarse el aumento de participación vecinal en el seno de la hermandad con la incorporación de nuevos hermanos.

Por el contrario, en las décadas iniciales del siglo XIX solamente la integraban hombres, sin que haya constancia de que figurase, oficialmente inscrita, ninguna mujer. Se había perdido la costumbre de pagar las cuotas y contaba con un número muy reducido de cofrades. El alcalde Cepeda se queja, en 1852, al arzobispado hispalense, de que muchos de los devotos que reivindicaban un mayor protagonismo en los asuntos de la Virgen no habían querido ingresar como cofrades(73). Muy probablemente, ese rechazo estuviese provocado por la imposibilidad de acción que tenían los devotos de a pie en el funcionamiento general de la hermandad, dirigida entonces de forma hermética por los principales poderes civiles y religiosos de la localidad. Supone un importante beneficio participativo y de diversificación social la presencia de los duques de Montpensier, porque la hermandad crecerá y terminará erigiéndose en la máxima representación popular de la villa de Almonte, ante los ojos de los miles de romeros que acudían a la fiesta. El año 1852, después de haber regresado la Virgen del Rocío al santuario, con motivo de un traslado extraordinario, tiene lugar la concesión al pueblo del gobierno de la imagen de una forma oficial, canalizado a través de su hermandad. Buena parte de la dimensión alcanzada por la devoción rociera se debe al proceso de institucionalización desempeñado la hermandad. En
73 ADH. Serie: Asuntos despachados. Of cio suscrito por el párroco don Fernando Martínez Conde, dirigido al secretario del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 24 de marzo de 1852 y Comunicación del alcalde Vicente de Cepeda, dirigido al secretario de cámara del Arzobispado de Sevilla. Almonte, 20 de octubre de 1852.
su día, el investigador eclesiástico Álvarez Gastón situaba la iniciativa a principios del siglo XX, que es cuando entendía que la hermandad había adquirido la suficiente plenitud(74). Hoy estamos en condiciones de afirmar documentalmente que esa razón de ser había sido posible medio siglo antes (desde 1852), a partir del nuevo marco reglamentario que propiciaron los duques de Montpensier.

 Cuerpo social de hermanos
José Antonio Bravo
Este médico, que había sido alcalde del pueblo, fue hermano mayor en la década de 1840. Años más tarde también volvió a serlo (década de 1860).
Luciano García
Fue teniente de hermano mayor en 1858 y alcalde segundo del Ayuntamiento en 1843.
José Triana
Poseyó solar en la aldea del Rocío situado entre las hermandades de Sanlúcar e Hinojos (junio de 1844). Sus ascendientes habían sido guardas mayores del coto y fervientes devotos de la Virgen del Rocío.
José Triana y García
Hijo de José Triana, fue alcalde de Almonte y secretario activo en la hermandad en 1853.
Don Miguel Barrera
Era secretario en 1863. Cuñado del alcalde Calero, está vinculado a los Barreras que fueron gestores de Doñana, tras ser incautada por el estado en el siglo XIX.
Francisco Lagares
Hijo del que fuera notario de la villa Juan José Lagares. Era uno de los mayores contribuyentes de la villa y mantuvo importantes vínculos con los duques de Montpensier.
Juan Bautista Taillefert y Larroca
En 1853 ya poseía choza en el Rocío. Alcalde de Almonte unos meses de 1854. Fue hermano mayor en 1864. Era hermano de la filial trianera. Estuvo casado con Juana María Estévez y Morales.
Antonio Periañes
Mayordomo en 1863
Juan José Periañes
Hermano de Antonio. Desempeñó muchos años el cargo de consiliario.
José González
Ocupó el cargo de consiliario.
Antonio de Mecoleta
Capellán del santuario en 1857. Fue nombrado teniente de hermano mayor en 1870.

74 ÁLVAREZ GASTÓN, Rosendo: Las raíces del Rocío. La devoción de un pueblo. Huelva, 1981, p. 128.


PROTECTORES DE LA DEVOCIÓN ROCIERO
Quienes habían concebido las nuevas bases de la hermandad, romería, festividad y procesión, terminarán siendo aclamados hermanos mayores nominales, pero también presenciales de la Virgen del Rocío, porque se preocuparon de venir todos los años a presidir los eventos de Pentecostés. Sin ser oficial, ya encarnó don Antonio de Orleans la representación, como hermano mayor, en el año 1851. Nada más salir la comitiva a la puerta de la ermita, brilló «en manos de vuestra alteza real, en el devoto y solemne acto de la procesión de esta prodigiosa Señora, la vara e insignia de hermano mayor, en prueba de su amor a la augusta Madre de Dios»(75). Días más tarde, una carta firmada en el palacio de San Telmo de Sevilla, con fecha de 15 de junio de aquel 1851, comunicaba la aceptación de la propuesta realizada por el Ayuntamiento y el clero local, presumiblemente en el transcurso de la misma procesión. A la corte sevillana llegaron unas reglas rocieras y tras el examen de los articulados por parte del gabinete administrativo de los duques, se condicionó la aceptación del cargo honorífico a que «se nombrase un teniente de hermano mayor para el régimen de la misma», por no poder «desempeñar personalmente cuantas obligaciones corresponden al hermano mayor»(76). Varias hermandades de Sevilla, y alguna que otra ciudad andaluza, habían solicitado ya este desempeño honorífico a los Montpensier. Lo extraño de este caso que nos ocupa es que la petición almonteña procediese de su Ayuntamiento y clero local.

Grabado de la ermita del Rocío en el siglo XIX. Colección de la familia Cepeda


Después de haber asistido Montpensier al traslado extraordinario de la Virgen a Almonte (1852), se termina de consumar el protocolo de nombramiento honorífico con la participación tripartita de ayuntamiento, clero parroquial y cofrades que pretendían reimpulsar su hermandad. En marzo de 1852 acuerdan los tres entes volver a suplicar formalmente a sus altezas la aceptación(77). No volvemos a tener noticias de la conformidad definitiva hasta el 6 de junio de 1853, aunque extraoficialmente era sabido que terminarían aceptándolo(78). Quizá un intervalo de tiempo excesivo, en el que la casa ducal no quiso pronunciarse hasta que la hermandad no contó con la aprobación de las reglas modificadas(79).

75 ABOS Ibidem. Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el ayuntamiento, clero local y cofrades de la Hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de 1852.
76 Ibidem. Of cio remitido por la administración de los duques de Montpensier al Mayordomo de la Hermandad del Rocío. Sevilla, 15 de junio de 1851.
77 Ibidem. Comunicación remitida a los duques de Montpensier por el Ayuntamiento, clero local y cofrades de la Hermandad del Rocío de Almonte, 8 de marzo de 1852.
78 Así se deduce de una comunicación remitida desde Almonte a los duques ofreciéndoles el uso de la ermita del Rocío; vid. ABOS Ibidem Copia certif cada del Acta de la hermandad del Rocío de Almonte con acuerdo de of ecer el uso de las dependencias de la ermita a los duques. Almonte, 28 de abril de 1853.
79 ABOS Ibid. Copia certif cada del acta de la Hdad. del Rocío de Almonte relativa a la aceptación cargo honorario por los duques de Montpensier. Almonte, 6 de junio de 1853

¿Qué papel de protección política cumplieron los Montpensier en el Rocío?
 Todas estas acciones también estaban diseñadas con la idea de reafirmar la institución monárquica en España, como el sistema de gobierno más idóneo para favorecer la preservación de las tradiciones y la religiosidad popular, ante la enorme inestabilidad política del momento (el proyecto de los Montpensier se traducía en la creación de una monarquía, nueva y renovada, distinta a la que permitió al liberalismo sacar adelante leyes anticlericales, como las expropiaciones desamortizadoras). Aunque, claro está, marcando unas líneas de actuaciones bien distintas a las que se veía obligada a consentir la reina desde Madrid. Por ello, no dudaron en ningunear la legalidad vigente. Corrigieron muchos aspectos de esa política habitual desdiciendo y desobedeciendo a la mismísima Isabel II, bajo cuyo reinado se había promovido la prohibición de las hermandades. Los señores duques de Montpensier desacatan –en toda regla– los procedimientos habituales prescritos para la aprobación real de los estatutos de dichas corporaciones religiosas, de modo que, saltándose cualquier trámite burocrático de la corte real, ofrecieron sobre la marcha soluciones legales a estas corporaciones piadosas para que pudiesen funcionar. Montpensier, aglutinador de tradición y vanguardia(80), no se conformó con ser un mero embajador de la casa real en el sur de España, sino más bien lo que persiguieron fue casi reemplazarla(81). Quedaba tan lejos la corte de Madrid que, a los ojos de la gente de aquí, los duques de Montpensier eran los verdaderos reyes(82).
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80 LLEO CAÑAL, Vicente: «Montpensier y su proyecto político. La búsqueda de una síntesis entre tradición y progreso», en La Sevilla de los Montpensier. Fundación Focus, Sevilla, 1997, p. 36-83.
81 La grave enfermedad que padecía Isabel II hizo pensar que, ante una muerte prematura de la reina, la descendencia pudiese recaer en su hermana Luisa Fernanda. De este modo, Montpensier podría llegar a ser rey consorte. Y al f n, esta fue la mayor ambición de don Antonio. Y su perdición. Porque por ella luchó y conspiró durante muchos años; vid. CALVO POYATO, José: «El Duque de Montpensier, el gran conspirador», en La Aventura de la Historia, n.º 6 (1999).
82 Estos epítetos reflejaban un auténtico hecho personal, político y social; vid. GONZÁLEZ BARBERÁN, Vicente: «Los Montpensier de Sevilla», en La Sevilla de los Montpensier. Segunda Corte de España. Fundación Focus, Sevilla, 1997, p. 233.

Protección institucional sobre hermandades filiales
TRIANA. Entre las filiales, la primera que extendió su petición parece ser que fue la de Triana, establecida en la propia capital hispalense, muy cerca del palacio de San Telmo, al otro lado del río. Aunque ignoramos el momento exacto en el que los duques aceptaron ser nombrados como hermanos mayores, a fecha de 29 de marzo de 1853 ya ostentaban el cargo(83). En el archivo de la filial trianera hemos documentado la cantidad entregada al servicio de carruaje que llevó hasta San Telmo a los miembros de la comisión (38 reales), dentro del ejercicio de 1853 (entiéndase con la visita que el proceso estaba en tramitación, y, que, por tanto, aún no se habría consumado)(84). Varios años antes, en 1850, se había hecho hermano de aquella filial Juan Bautista Taillefert y Larroca, un francés que terminó asentándose en Almonte donde llegó a ser alcalde del pueblo y hermano de su primitiva hermandad del Rocío(85). Sintomáticamente, entabló diversas operaciones mercantiles, en la localidad onubense, con el duque de Montpensier y Ángel Díaz de la Serna y Terán(86). Su familia, de ascendencia francesa, mantuvo miembros en la propia calle Castilla del barrio de Triana, donde don Antonio Taillefert era inquilino de la posada de «El Zapatillo»(87). El primer año en el que los duques acudieron a presidir la salida de la filial trianera fue el de 1854(88). Al siguiente de 1855 aportaron una limosna estimable para el simpecado nuevo que se estrenó. Justo un año antes del destierro portugués al que se vieron abocados los duques, antes de la irrupción de la revolución de 1868, proporcionaron un donativo de 1000 reales para el nuevo paso-carreta, que estrenó el año 1867(89).

83 ABOS Ibidem. Comunicación del Teniente de Hermano Mayor del Rocío de Triana, don Pedro Ruiz Cortegana, of eciéndoles a los duques de Montpensier las llaves de su casa de hermandad. Triana, extramuros de Sevilla, 29 de marzo de 1853.
 84 Archivo histórico de la Hermandad del Rocío de Triana (AHRT) Caja 75, libro 25 (1813- 1904). Libro de quentas de la nueva hermandad de Nra. Sra del Rocío en el barrio de Triana siendo Hermano mayor Dn Francisco Anton.º Hermandez. Año 1813.
85 AHRT Caja 11, libro 20. Libro de la Hermandad nuebo de Hermanos de Nuestra Señora del Rosio en el barrio de Triana siendo Hermano Mayor don Francisco Hernandez. Fol. 276. Don Juan Bautista Tallafé vecino de Almonte se recibió por hermano el día 19 de mayo de 1850 en los campos y choza de Ntra. Sra. prestando el juramento que previenen sus reglas.
 86 LÓPEZ ROBLEDO, Manuel Jesús: «El Rocío y los vinos del Condado», en Exvoto, n.º 0 (año I). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, 2012, pp. 33–66.
87 Archivo histórico municipal de Sevilla. Sección: Estadística. Padrón de la 2ª demarcación de Sra. Santa Anta de Triana. Año 1821 (rollo 1.466).
88 ABOS Ibidem. Comunicación librada por el Teniente de Hermano Mayor de Triana, Manuel Cabrera Rodríguez, fechado en Sevilla a 30 de mayo de 1854.
89 Véase nota n.º 79.

CORIA DEL RÍO. Esta plaza situada a la orilla del Guadalquivir, por donde tantas veces hubieron de transitar los duques en el vapor hacia Sanlúcar de Barrameda, instó la súplica del nombramiento el 29 de abril de 1853, «en obsequio de la reina de los Ángeles, María Santísima»(90), después de haberlo acordado en el cabildo celebrado en Coria, sólo dos días antes(91). Se había fundado la filial de Coria en 1849 con el apadrinamiento la Primitiva hermandad del Rocío de Almonte(92). El seis de mayo de 1853, notificó a los duques que el día doce realizaría su comitiva romera la salida hacia Almonte a las dos de la tarde(93).

OTRAS FILIALES. Es muy probable que la filial de Villamanrique propusiese el nombramiento a sus altezas, cuya formulación documental no hemos podido hallar aún en los fondos de los propios duques que hemos consultado. Los medios oficiales de esta hermandad acreditan que los duques fueron también sus hermanos mayores honorarios.

BENEFACTORES DE LA VIRGEN DEL ROCÍO
Alcanza paradójicamente Nuestra Señora del Rocío su máximo esplendor joyístico en unos momentos de la segunda mitad del siglo XIX, en los que la ermita sufre una gran precariedad que se concreta en las muchas horas que pasa cerrada al culto, ante la falta de sacerdote que se encargue de atenderla(94). El ajuar litúrgico del templo se había quedado insuficiente. Aquella situación tan contradictoria explica cómo el triunfo de la religiosidad popular no está asociado al culto reglado de la liturgia. Conocedores los señores duques de esta situación, pondrán en marcha un amplio programa de donaciones económicas destinadas a la ermita. Las cuantías que depositaban todos los años los Montpensier, en las bandejas situadas a la entrada, como era tradición recaudar en el Rocío los estipendios votivos, se distribuían para abonar los gastos de distintos conceptos (ministros sagrados, utensilios litúrgicos, equipo de servicio para el refresco y limosnas a pobres)(95).

90 Ibidem. Comunicación remitida por el presbítero José Jiménez Balderas, de Coria del Río, fechada en Sevilla a 29 de abril de 1853.
91 PINEDA NOVO, Daniel: Coria y el Rocío..., p. 34.
92 Carta a la Primitiva Hermandad del Rocío de Almonte fechada en Coria del Río el 23 de abril de 1849; vid. SUÁREZ ÁLVAREZ, José: Coria, entre el fervor y la fe. Coria del Río, 2014, p. 36.
93 ABOS Ibidem. Comunicación librada por el presbítero José Jiménez Balderas. Coria del Río, 6 de mayo de 1853.
94 Hubo capellán que atendía la ermita hasta f nales de 1858, a partir de ahí no se encontraba ningún otro que quisiese desplazarse a ella, no porque hubiese pocos encargos de misas, sino por la incomodidad del tránsito para llegar; vid. ADH Serie: Asuntos despachados. Of cio remitido por los curas ecónomos (Lorenzo Serrano y Garay y Antonio Bernal y Vázquez) de la villa de Almonte, 7 de noviembre de 1865.
95 ABOS Of cio remitido por el párroco de Almonte don Fernando Martínez...12 de junio de 1851 y Anotaciones del mayordomo de los duques sobre las limosnas que la casa da en el Rocío. Sin fecha concreta (hacia 1853 ó 1854).

Criterios de distribución de limosnas impuestos por la hermandad
En este tipo de donaciones subyace el empeño de satisfacer las nuevas exigencias derivadas del aumento del boato de las celebraciones, y por otra parte, de mantener viva la conciencia de quienes son los verdaderos artífices del otro Rocío posible, ahora gerenciado, gracias a las nuevas reglas, por la de Almonte. Lo explica muy ilustrativamente el hecho de que, en 1851(96), el importe global de la donación efectuada por sus altezas los duques lo recaudó el clero, mientras que la de los años posteriores fueron a parar a manos del secretario y consiliario de la hermandad. Generó enfrentamientos este asunto de las limosnas porque la Iglesia trataba de conservar la forma de gestión preexistente a las disposiciones de las reglas(97). Aunque el texto completo de las reglas reformadas no se conoce hasta el momento, ha llegado a nosotros parcialmente el enunciado del artículo 5.º, que es del siguiente tenor: «Los f eles dan sus ofrendas para su inversión en primer lugar en culto y después en ornamentos, cosas y alhajas»(98). En 1865 reconocía el teniente de hermano mayor de la corporación almonteña el probable incumplimiento del quinto artículo porque muy probablemente se había alterado el criterio de reparto del dinero recaudado. Se explica así que la hermandad manejaba el destino de las limosnas y dirigía la inversión a enseres y adornos y no al mantenimiento del culto(99).

Cuatro varales de plata para el paso de la Virgen
Tan primorosas eran las andas de madera, en las que cada lunes de Pentecostés cumplía su estación procesional la Santísima Virgen, que en un periódico del año 1850 recibieron los elogios del redactor, por el mérito artístico de las columnas y templete tallados por el famoso imaginero

96 ABOS Ibidem. Of cio remitido por el párroco de Almonte don Fernando Martínez... 12 de junio de 1851.
97 AHMR en FJIG Caja 74. Comunicación dirigida al secretario del señor gobernador del Arzobispado de Sevilla por el presbítero D. Fernando Martínez Conde, fechada el 1 de julio de 1863.
98 ABOS Ibidem. Comunicación librada por el Teniente de Hermano Mayor de la Hermandad del Rocío de Almonte, doctor don José Antonio Bravo, al mayordomo de los señores duques de Montpensier comunicando ciertos asuntos sobre el gobierno de la Hermandad. Almonte, 25 de junio de 1865.
99 Ibidem. Of cio remitido por la administración de los duques de Montpensier al mayordomo de la Hermandad del Rocío. Sevilla, 15 de junio de 1851.

residente en Sevilla, Juan de Astorga, a inicios de la década de 1820(100). Influenciado el Rocío por los ejemplos de adquisiciones de nuevos enseres, labrados en plata, para imágenes de otras ciudades, surge la necesidad de sustituir los varales de madera por otros de plata de ley. El reemplazamiento de estas piezas tenía puesto el horizonte en la mejora estética del conjunto del paso de una manifestación piadosa, que vivía unos años pujantes en el aumento de su prestigio.

Andas de Juan de Astorga de 1820, en el que se aprecian los varales centrales de 1852. Fotografía del Archivo General de Andalucía, década de 1920
Recién organizada la hermandad a inicios del mes de abril de 1852, aquel año de tanta exaltación mariana, en el que la Virgen había estado en Almonte de modo excepcional y su hermandad comenzaba a adquirir el peso organizativo de toda la f esta, materializan los señores duques la donación de unos preciados varales de plata, con la condición de que «en el caso de que por acuerdo de alguna corporación o en virtud de órdenes se quieran destinar a otro uso, han de volver a su alteza» (apéndice)(101). Por un inventario de enseres del santuario, datado en 1884, ha podido descifrarse que los cuatro varales sumaban un total de 36 cañones, por lo que cada mastelero se formaba de 9 segmentos argénteos(102). Todos los atributos de orfebrería que adornaban a la imagen en aquellos años (ráfagas de rayos biselados, media luna con el timbre real, corona imperial y cetro), muy probablemente hubieron de regalarlos también los duques de Montpensier con el propósito de hermosear la efigie. Otras cuatro varas para un palio de respeto (bajo el que probablemente fuesen recibidos cuando venían al santuario) y la vara del simpecado de Almonte, consta igualmente que fueron ofrendas suyas(103). Es muy posible que los bienhechores costeasen también dos candelabros para mesa de altar que, con su escudo heráldico, se conserva hoy en la parroquia de Almonte. El ofrecimiento de todo este legado es un ejemplo palpable de cómo la presencia de los duques representa un antes y un después en el devenir histórico de esta grandiosa celebración religiosa, y la constatación de cómo estos personajes de primer orden se involucran, con enorme compromiso, en la vida del pueblo de Almonte y en proclamar a su patrona, la Santísima Virgen del Rocío, como reina espiritual de Andalucía.

100 El Católico, sábado 25 y domingo 26 de mayo de 1850, pp. 363 y 364; vid. también HERNÁNDEZ PARR LES, Antonio: «Juan de Astorga hizo las andas de la Virgen», en Rocío, n.º 23 (1960). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío. Almonte, p. 8.
101 ABOS Ibidem. Of cio remitido por los señores duques al Hermano Mayor de la cof adía de Ntra. Sra. del Rocío de Almonte comunicando la donación de las varas de plata para el palio de la Virgen. Sevilla, 2 de abril de 1852.
102 Archivo general del Arzobispado de Sevilla Sección IV (administración general). Serie: Inventarios parroquiales y capillas. Leg.: 1.420. Inventario de la ermita de Ntra. Sra. del Rocío. Almonte, 30 de diciembre de 1884.
103 LÓPEZ TAILLEFERT, Manuel Ángel: «El ajuar de Nuestra Señora del Rocío y su ermita según un inventario del último cuarto del siglo xix», en Exvoto, n.º 2 (año III). Hermandad Matriz de Nuestra Señora del Rocío de Almonte, 2013, p. 47.


APÉNDICE
ARCHIVO BORBÓN ORLÉANS (Sanlúcar de Barrameda) Legajo 419. Pieza 4. Relaciones con entidades religiosas. Hermandad del Rocío (1851-1896).
Oficio remitido por los señores duques al Hermano Mayor de la cof adía de Ntra. Sra. del Rocío de Almonte comunicando la donación de las varas de plata para el palio de la Virgen. Sevilla, 2 de abril de 1852.

Tengo el honor de participar a usted que su alteza real la Infanta doña Luisa Fernanda y su augusto esposo el señor duque de Montpensier, llenos de devoción a la Santísima Virgen que con el título del Rocío se venera en una ermita del termino de esa villa han tenido a bien ofrecer a dicha santa imagen cuatro varas de plata para el palio con que se cobija el paso en que es conducida en procesión siendo su real animo al hacer esta ofrenda que las varas se empleen únicamente en el culto de la Santísima Virgen del Rocío pues en el caso de que por acuerdo de alguna corporación o en virtud de órdenes se quieran destinar a otro uso, han de volver a su alteza o a sus sucesores para lo cual es y se debe entender esta donación solo de uso, reservando su alteza la propiedad para sí y sus sucesores. De orden de Su alteza tengo el honor de participarlo a usted para que se sirva comunicarlo a la hermandad, esperando me remita certificación del acuerdo que con este motivo celebre y que comisión, persona que se entregue de las varas de plata.

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