Coincidiendo en plena Semana Santa, y en virtud de la reciente creación del blog la “Rociología”, no quería dejar escapar la ocasión para tratar sobre las imágenes religiosas que antiguamente albergaba en su interior el desaparecido santuario de la Virgen del Rocío, y que tras esto, al ser retiradas del culto desde 1963, han sido satisfactoriamente recuperadas y restauradas.
Sirviéndonos de artículos publicados sobre el tema, como el
de Manuel Ángel López Taillefert en 2006, y como de otras publicaciones, agregaremos
pues nuevas informaciones hasta entonces desconocidas para su mejor
entendimiento y conocimiento.
Los Santitos del Rocío, con este vocablo aglutinaba Anita
González, madre de las actuales camaristas, a las imágenes que recibían culto
en el crucero del anterior Santuario y de la que era también responsable, tanto
del decoro de sus altares, como del ajuar y enseres de cada una de ellas, así
como vestirlos cuando la ocasión lo requería. Eran pues, conocidas en el argot
de su círculo como los “Santitos”.
Merece la pena que volvamos la vista atrás para perpetuar
las devociones, algunas muy importantes que aun está en el recuerdo de muchos
almonteños y en el desconocimiento de los más jóvenes.
Echando la vista atrás, en la antigua ermita construida a
mediados del siglo XVIII, las apariencia exterior de este edificio no
manifestaba con nitidez su carácter religioso, sino más bien el de un edificio
de carácter rural, dado que ante su fachada principal que se labró a poniente,
se edificó un compás con dos cuerpos en cuya planta superior se abría un
balcón. El exterior constaba de una sola nave con crucero y ábside plano, la techumbre
era de madera de par y nudillo a dos aguas y en el crucero, un artesanado de
lacería mudéjar.
Todo los altares que jalonaban en torno al crucero, se
situaban en el siguiente orden: en primer lugar, entrando a la izquierda, el
cuadro denominado entonces popularmente con el nombre de Santa Ana, y en
efecto se trataba de un óleo sobre tela de gran formato (2,85 X 2,35 m) que
algunos atribuyen a Vicente Alanis, de hacia 1770 y otros como don Juan
Infante, que lo atribuye a Vicente Espinal, maestro del anterior y ambos
seguidores de Murillo y entroncados en la denominada Escuela Sevillana. La obra
representan una profusa y compleja composición donde aparece Santa Ana que
enseña a leer a la Virgen María, a los pies del cesto de la costura y al
fondo el anciano Tobit que yace enfermo
en el lecho bajo el cuidado del Arcángel San Rafael, portando el pez, símbolo
de su advocación. En la parte superior, un rompimiento de gloria, donde aparece
el Padre Eterno y el Espíritu Santo.
Esta obra fue restaurada en 1986 por la facultad de Bellas
Artes de Sevilla.
Continuando con la descripción de los altares, a
continuación y en lo que hoy es puerta del Real se ubicaba el altar dedicado a
Santo Domingo de Guzmán, procedente del Convento de las Dominicas de Almonte
según consta en el inventario realizado en dicho Convento en 1849, al tiempo de
la exclaustración definitiva. Se trata de una escultura de vestir del siglo
XVII, que luce hábito de la orden y ostenta como atributos, libro y banderola
en metal plateado, así como aureola de plata también de la época.
La advocación de Santo Domingo, desde mediados del siglo XIX y hasta mediados del XX, es la que gozó en el Santuario, después de la Virgen, de mayor predicamento. Toda mujer casadera que aún no tenía novio, recurría al Santo para pedirlo, costumbre ésta, que se extendió por toda la comarca rociera y eran muchas las que aguardaban largas colas limpiarle la vara al Santo y así gozar del favor solicitado.
Al lado del Evangelio y frente, por tanto, al cuadro de
Santa Ana, se levantaba un retablo barroco dedicado a Ntra. Sra. del Rosario.
Dicha imagen portaba en sus brazos un Niños Jesús que no posee actualmente la
Hermandad pero su paradero podría esclarecerse. Tenía esta advocación mucho
predicamento en la Villa de Almonte, con Hermandad propia y muchos devotos.
Según (GALÁN CRUZ, M.) la Virgen podría datarse de mediados
del XVII. Se trataría de una imagen de candelero para vestir que mostraba un
niño de talla y sería de reducido tamaño (1 m) aproximadamente, a tenor de las
medidas del rostro de la imagen. La mascarilla pone de manifiesto una delicada
gubia. Se trata de un rostro bien proporcionado y muy severo en su expresión,
que tiene ojos de cristal y muestra un hoyuelo en la barbilla, quizás firma del
autor.
(No incluimos fotografías de esta imagen al no estar aún al culto)
Recientemente la Hermandad Matriz de Almonte en su plan de
recuperación del patrimonio, ha restaurado las mascarilla de la Virgen ejecutándose
por completo el candelero y las manos.
Al lado de la epístola, otro retablo albergaba el Calvario
formado por un Crucificado (1,30 m) procedente del Convento de Dominicas de
Almonte y fechado en el primer tercio del Siglos XVII. A su lado la Virgen
Dolorosa (1,43 m) de finales del siglo XVIII y San Juan, de la segunda mitad
del XVII y de (1,30 m). Ambas esculturas de vestir procesionan desde hace
varios años cada viernes Santo, en la Aldea del Rocío.
Frente al altar de Santo Domingo se encontraba el de San
José, talla de (1,42 m) de madera policromada de mediados del XVIII, del círculo
de Duque Cornejo o incluso de Cristóbal Ramos. La vinculación de San José al
rocío es conocido de todos, hasta el punto de recibirlo en Almonte en cada traslado portado en andas y cada
Domingo de Pentecostés, se dedicaba en la ermita una función religiosa con
Sermón del Patriarca. Ostenta vara de plata y aureola de rayos flamantes,
también de plata, del siglo XIX.
Esta talla fue regalada por el almonteño Nuño Carlos de
Villavicencio y Pichardo, conocido como el Conde de Cañete y Pinar, actuó de
Hermano Mayor en la primavera de 1759. Primera familia noble y mayor hacendado
del municipio, tras la casa Ducal de Medina Sidonia. Junto con su mujer, eran
patronos del Convento de monjas domínicas de la Villa. Sus antecesores el
título de Conde de Cañete; por Real Cédula de Carlos III de 1761, se agregó al
título del Pinar.
El Domingo de Pentecostés, se le dedicaba en la ermita una
función religiosa con Sermón del Patriarca. En las reglas de la Hermandad
Matriz de 1758, en el capitulo séptimo, se habla de la organización de la
fiesta anual a San José, de ahí, que los textos de la época hagan alusión a la Hermandad
Matriz como Hermandad de Ntra. Sra. del Rocío y San José.
Reglas de 1758. Capítulo VII. Fiesta a el Señor San Josef.
Mediante a que en el crucero de la
Iglesia de Ntra. Madre y Sra. del Rocío, hay un altar en el que se venera la
Sagrada Imagen de Ntro. Glorioso Patriarca Sr. San José, cuyo Patrocinio es el más eficaz y poderoso y su culto y
obsequio el más agradable a su Santísima esposa y a su divino hijo y porque
esta venerable Hermandad no tiene más carga ni pensión que la de la fiesta de
Ntra. Sra. y era muy arreglado el que los hermanos cofrades vivos, y difuntos
como los de votos de su majestad gozasen de algunas mas gracias, y sufragios
que las que les resulten de la referida fiesta
y de las doces misas de los meses, mandamos que anualmente el domingo de
Pascua de Espíritu Santo, víspera del en que se celebra a Ntra., Madre y Sra.
se haga en su Santa Casa una fiesta de misa Cantada y sermón a Ntro. Glorioso
Patriarca implorando en ella su poderoso Patrocinio y el de su divina esposa a
fin de que su majestad nos conceda el aumento de tan sagrada devoción, la paz y
concordia entre los Reyes Católicos y de todos los Cristianos, extirpación de
las herejías, victoria contra los infieles, y herejes, conversión de todos
ellos al gremio de Ntra. Santa Fe, y por el descanso de las almas de todos los
hermanos difuntos, y devotos de Ntra. Sra. y de su Santísimo esposo, cuyos
costos, de la Misa, Sermón, y cera, sea de pagar con ciento y cincuenta reales de vellón cada un año que son
bastantes para ello, cuya pensión, como la de la fiesta de Ntra. Sra. y la misa
mensual nos imponemos, en demostración de la fina devoción, con que deseamos el
aumento del sagrado culto de Ntra. Madre y Señora del Rocío y de su Santísimo
Esposo el Sr. San José.
La vinculación de San José al Rocío no solo se le unía en la
festividad de Pentecostés, sino que en los propios Traslados de la Virgen del
Rocío a Almonte, tenía una insigne participación.
Existía en la Parroquia de la Asunción de Almonte en el
siglo XVII, la talla de un imagen del padre putativo de Jesús. Esta imagen era portada por las mujeres
hasta las afueras del pueblo, independientemente si fuese por el Camino de Los
Llanos o Tarajales, en la que se hacía una larga espera a la Virgen camino del pueblo. Tras recibirla, la acompañaba hasta el
sitio del Chaparral. Ocurría lo mismo a la inversa, cuando la Virgen debía de
volver a su Santuario; desde el Chaparral, se la acompañaba hasta el inicio del
camino.
El San José del Santuario del Rocío solo recibía a la Virgen cuando
volvía a la aldea, ya que cuando la Señora
partía hacia a Almonte, lo hacía en plena madrugada.
Esta tradición de San José en los Traslados, pudiera ser de
finales del XVIII o principios del XIX. Desconocemos cuando se pierde esta costumbre, las
últimas noticias son de la década de 1920.
Y finalmente, volviendo a los altares del crucero, frente al
Calvario se hallaba un cuadro de ánimas entronizado en un altar y delante de
él, un Corazón de Jesús de mediano tamaño y de mala factura.
Las imágenes del Calvario, Santo Domingo y la Virgen del
Rosario, vinieron del Convento de las Dominicas de Almonte. El convento fue
fundado por el licenciado Juan Ruiz Prieto y su mujer Águeda Bejarano en 1610. Está
especialmente vinculado a la Virgen del Rocío, ya que en más de una ocasión
como las de 1750 y 1753, la Virgen permaneció en él, cuando por diferentes motivos,
no lo podía hacer en la parroquia.
En 1837 el convento entró en decadencia. Fue clausurado
definitivamente el 2 de diciembre de
1852. Las imágenes pasaron a la parroquia almonteña en 1853, permaneciendo aun
en ella en 1858. Se desconoce cuándo se trasladaron al Santuario del Rocío. En
1884 ya se encontraba en la ermita.
Así se describe en un inventario de 1837 la situación de
estas imágenes en el Convento de las Dominicas: “La iglesia era de una
sola nave. En el centro del altar mayor aparecía la imagen de Ntra. Sra. de la
Encarnación, titular del convento. En su segundo cuerpo una estatua de madera
de Santo Domingo de Guzmán, y en un tercero el manifestador. A los lados había
pequeñas puertas, estaba el altar de Jesucristo Crucificado, teniendo a la
derecha e izquierda a Ntra. Sra. de los Dolores y a San Juan Evangelista, y en
el muro expuesto, los dedicados a Santo Domingo, a la Virgen del Carmen; cuya
imagen es reclamada por los herederos de
Juan de Cala; a Ntra. Sra. del Rosario y a San Juan Bautista, y un cuadro de la
cena”.
Ya con la agregación de estas imágenes al Santuario del
Rocío, así los describía el párroco de Almonte, don Ángel Márquez Parreño en un
inventario efectuado el 30 de diciembre de 1884.
Haciendo una relación del altar mayor, dice que San José tiene
una banda de lana de plata bordada en
oro, el santo sostiene el Niño. Posee un mantel, hule, lienzos, dos atriles de
madera y una cruz con crucifijo. Continúa describiendo que hay “otro altar con
la imagen de Ntra. Sra. del Rosario que tiene ráfagas, media luna y cetro de
plata, a las ráfagas le falta algunas piezas, un rosario de plata sobre dorada.
El niño tiene potencias, zapatos y mundo de plata, la túnica es de raso celeste
con puntilla de plata, y la Virgen tiene la saya de tela bordada de seda y oro,
manto de raso grana con punta de plata por la cabeza. Los zarcillos son de
plata sobre dorada con seis piedras cada uno y la toca es de punto.
El altar del niño Jesús tiene mantel, hule y lienzo. (Altar del Corazón de Jesús).
Sobre el altar de Santo Domingo, dice que tiene el santo
hábito de gala y manto negro, la banderola, el libro y la palma son de latón.
Hay un altar de Santa Ana en un lienzo que lo representa. El
altar del Santo Cristo contiene la imagen del señor, la virgen y San Juan tiene
un mantel, hule, lienzo y un atril de madera.
Hay en estos altares cinco aras, nueve candeleros y una
lámpara de metal, cuatro campanillas y un candelabro de bronce y el compañero
está roto, y dos de maderas pintado de blanco.
Tras el derribo de la ermita en 1963, las imágenes quedaron
fuera del culto, esperando recibir nueva ubicación en el nuevo santuario. El
Calvario fue situado en momentos determinados en diferentes lugares como las
capillas laterales al presbiterio o la sacristía, colocándose definitivamente
en la capilla penitencial.
San José y Santo Domingo fueron restaurados hace unos años, ubicándose
actualmente en la sacristía. Mientras tanto, la Virgen del Rosario ha sido
recientemente restaurada, a la espera de nueva ubicación.
Por Javi el almonteño.
Bibliografía:
LÓPEZ TAILLEFERT, M. Á.: Los Santitos del Rocío, boletín Rocío,
nº26. Almonte, 2006.
MUÑOZ BORT, D. y FLORES CALA, J.:
Hermanos Mayores de Almonte,
cuadernos de Almonte, nº57. Almonte, 2001.
GONZÁLEZ GÓMEZ, J. M. y CARRASCO
TERRIZA, M. J.: Catalogo monumental de la
provincia de Huelva. Huelva, 1999.
PADILLA DÍAZ DE LA SERNA, S. y
Otros… Testimonio histórico de la
devoción de los almonteños a la Madre de Dios. Huelva, 2006.
LÓPEZ TAILLEFERT, M. Á.: El ajuar de Ntra. Sra. del Rocío y de su
ermita según un inventario del último cuarto del siglo XIX, revista Exvoto,
nº 2. Sevilla, 2013.
Descubrimiento
de la milagrosa imagen de María Santísima del Rocío y tanto de la Regla que la
ilustre Hermandad de la villa de Almonte formó para culto de dicha Señora, como
patrona que es de la dicha villa, en atención a los muchos favores que
experimentan sus devotos.
Reglas de 1758. Reedición Ayuntamiento de Almonte, 2003.
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