Rocío, agua bendita del cielo

POR JULIO MAYO



La Virgen del Rocío de regreso a su ermita en 1971, ante una constante amenaza de lluvia por el camino.

Publicado en ABC de Sevilla, domingo 15 de mayo de 2016 (festividad de Pentecostés)

Las precipitaciones que tanto han dificultado en estos días el camino de las hermandades hacia el Rocío, denotan mucha parte de la razón de ser del título de esta advocación mariana tan original. En la mentalidad barroca, el agua bendita del cielo era un remedio divino que venía a aliviar las muchas necesidades que provocaban las sequías. En este sentido, resulta verdaderamente aclaratorio un acuerdo plenario del Ayuntamiento de Almonte, celebrado el 26 de noviembre de 1726, que dispuso dirigir los ruegos a su Protectora con la fe de que trajese el «Santo Rocío de sus Aguas». Parece evidente que Rocío, como título devocional, haga referencia por tanto al agua de lluvia. Tan preciada, y piadosamente solicitada, en una tierra como la nuestra, en la que dependemos tanto del fruto del campo, como de la providencia del cielo.

Bien es sabido, que la talla comenzó a venerarse en la Edad Media como Señora de las Roçinas, en alusión al paraje donde recibía culto, dedicado a la cría de yeguas y caballerías en general. De hecho, en los Libros de Subsidio y Escusado de la Catedral de Sevilla del siglo XVI, aparece reseñada la ermita bajo el título curioso de Nuestra Señora de las «Rocias», en posible alusión a rocinas o bestias rucias. Pero, ¿en qué momento se produjo la renovación de Roçinas por Rocío, y cuáles fueron las motivaciones? Para indagar sobre ello acudimos a las Reglas más antiguas de la hermandad Matriz, impresas en 1758. En su introducción relata que el título de la Virgen se mudó con el tiempo, aunque no llega a concretar la cronología exacta ni explica el contexto del cambio. Lo que sí hace referencia es al motivo que provocó la sustitución, argumentado que se produjo «no sin mystica alusion». El empleo de la palabra mística está ligado aquí al carácter milagroso y sobrenatural que siempre ha poseído la imagen por intervenir en favor de su pueblo. Así se explica, que en otro fragmento del preámbulo de las mismas Reglas, se implore a la titular como «Rocío del cielo», elogiándola además con la ostentación de «la abundancia de la tierra». Por ello, la efigie marismeña se presentaba ante los ojos de sus devotos como una eficaz intercesora que otorgaba parabienes en beneficio de los campos, ganados, y todo el vecindario. Esta forma de manifestación de la Virgen acabó reforzando su carácter de imagen peregrina e itinerante, sometida a frecuentes traslados verificados desde su Santuario a Almonte, cada vez que lo demandaban sus hijos. La mayoría de las idas y venidas estuvieron motivadas por causas ambientales, especialmente en situaciones de calamidades agro ganaderas.

Tantas veces trajo el agua y quitó el hambre, que el Ayuntamiento de Almonte terminó nombrándola oficialmente como Patrona, el 25 de abril de 1653, sesión capitular en la que también se acordó vincular su devoción a la defensa del voto Concepcionista de la Virgen María. Lo especificaba así la propia Acta municipal, que en la actualidad se halla en paradero desconocido y cuya transcripción conocemos gracias al historiador rociero Juan Infante Galán. Ya, a partir de aquellos años centrales del siglo XVII, en los que imperaba tanta efervescencia mariana, comenzarán a aparecer las primeras menciones al título de Rocío como advocación de la Virgen. No podemos descartar el posible influjo portugués en la adopción del nuevo título, debido a la cercanía del amplio término de Almonte con las tierras de Portugal. En siglos pasados, el vocablo rocío es posible que les hubiese resultado familiar a muchos almonteños, pues en el país vecino está presente en todas las ciudades y municipios desde fechas muy remotas. Allí, designa el enclave de las ferias de ganados por la existencia en tales espacios de abrevaderos y fuentes de agua para las bestias. Sírvanos como principal exponente el caso de su capital Lisboa, donde es conocida la «Praça do Rossio».

Aunque el diccionario dice que rocío son gotas agua, el significado de la advocación ha venido identificándose en el mundo rociero con el pasaje evangélico de la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, suponiéndose que el motivo de la mudanza de Roçinas a Rocío se habría producido cuando la festividad de la Virgen, pasó a celebrarse en Pentecostés. Esta teoría carece de fundamento después de que hayamos descubierto, además, que la Virgen comenzó a llamarse Rocío cuando todavía su fiesta se celebraba en septiembre, casi dos décadas antes de que se adelantase a Pentecostés (1670). El verdadero tirón del Rocío es la Virgen porque tiene un poder tan milagroso que es capaz de reunir a tantísimos pueblos y ciudades del mundo, en torno a un nombre que no hizo falta buscarlo en ningún devocionario litúrgico. Almonte lo encontró en el inmenso cielo de su marisma.

JULIO MAYO ES HISTORIADOR